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martes, 5 de marzo de 2013

ESCENAS VADINIENSES


ESCENAS VADINIENSES
HACE  DOS MIL CIEN AÑOS (ni más ni menos)  EN UN CASTRO DEL MACIZO DE  PEÑACORADA
Siro Sanz García

I
Amanece en el país de los cántabros.
Sobre el Ornia tributario del Río Grande, el poblado se alza sobre un crestón calizo cortado hacia el Sur por el foso natural del río. Al Este y Oeste, es defendido por dos escarpes en los que a trechos sobre el abismo crecen grandes encinas. Al Norte, entre dos raigones pétreos, la muralla precedida de profundo foso defiende el único acceso. La puerta, dispuesta en clavícula se cubre formando un túnel de ocho metros. La muralla de cuatro metros de altura y tres de ancho, remata en un paramento de barro donde se levanta un pequeño muro que protege el adarve. Cuarenta cabañas de planta ovalada cubiertas de paja y tapin buscan la defensa del muro, se disponen unas junto a otras sin orden. Dentro de  encerraderos  comunales: caballos y vacas rojizas de pelo largo se mezclan con  un gran rebaño de cabras que inquietas y ruidosas piden suelta hacia los montes que rodean el valle alto. La pálida aurora anuncia el nuevo día, a lo lejos, el aullido del  lobo rompe la paz del silencioso bosque. La primavera ablanda la nieve en las alturas del gran Cora, en sus cimas  el clan venera a los dioses tutelares. Al resplandeciente Cora, ofrecen cruentos sacrificios anuales para pedir a los dioses: la multiplicación de la vida en  mujeres y ganados; el éxito en las incursiones guerreras a la tierra llana. Desde sus altos fuertes, allá a lo lejos, tras la calima mañanera  se vislumbra apenas la tierra donde habitan los Vaccei.

II

Densas columnas de humo se elevan sobre las cubiertas de paja. Sólo se percibe el sonido que produce el vaivén de las muelas arrastradas sobre las soleras de los molinos de piedra. Las mujeres preparan la primera comida del día. Granulosa  harina de avena mezclada con leche, semillas tostadas y algo de carne seca de cabra, constituye la frugal comida del amanecer. Los hombres sentados en círculo beben de un recipiente de madera que pasan de mano en mano, respetan el orden impuesto por el mérito en la guerra y  la edad. El ambiente en el interior de las cabañas familiares es tranquilo, una madre calma el lloro del recién nacido. La escasa luz que penetra por la puerta y el humo de la hogueras desdibujan las figuras, todavía adormiladas. En las paredes apoyan lanzas con puntas de hierro, hoces, hachas de doble filo y hondas de cuero crudo atadas en palos de urz clavados entre los huecos de las piedras. Las pieles de cabra y vaca que han servido de abrigo durante la noche son amontonadas lejos del fuego. Sobre el llar pende una cadena de grandes eslabones, de ella cuelga un gancho y del gancho una  marmita de metal. Las ancianas tejen tela de basta lana, niñas de unos doce años hilan con ruecas de avellano en la que prenden lana oscura cardada, sus hábiles dedos hacen girar el huso dónde enrollan el hilo. La destreza de las tejedoras proporciona al clan tela suficiente para mantas, polainas, ceñidores y túnicas.

III

Estrenada la mañana se abre el portón de roble. Los pastores se colocan a ambos lados del pasadizo sobre el foso, el ganado pasa entre ellos. Cabras, vacas, novillas, en ruidosa y desordenada comitiva bajan lentamente por el talud hacia el fondo del valle. Entran en un bosque de robles próximo al río. La montaña devuelve el sonido de las broncíneas esquilas mezclado con los mugidos y el sonido de los cantarines arroyos que presurosos se despeñan buscando las aguas del Ornia. Los pastores aún adolescentes que no valen para la guerra, descienden detrás del pingue ganado. Visten breves túnicas y se cubren  con bastos sagos de lana parda sujetos con fíbulas de bronce sobre el hombro izquierdo. Calzan abarcas de piel de lobo y  protegen  sus piernas con polainas de lana. No hay mozos más hábiles que ellos en el uso de la honda que ahora ciñe sus largas cabelleras. Cada uno porta una vara de tejo de dos metros, aguzada en un extremo y endurecida al fuego. Osos y lobos cuando atacan al pacífico ganado, son acosados por certeros tiros de honda y los gritos de los pastores que sujetan las varas de tejo en actitud desafiante. Los jóvenes guardianes se dirigen a las frías aguas del Ornia que viene lleno por las recientes lluvias y el deshielo primaveral, después de beber  ellos y el ganado, buscaran el verde trébol y las saladas hierbas que engordan y crecen la leche.

Castillón de Santaolaja (Cistierna). Castro sobre el río Duerna. (Foto Siro Sanz)
"Cabras, vacas y novillas bajan lentamente por el talud hacia el fondo del valle..."

lunes, 4 de marzo de 2013

CRÓNICAS LIBRESCAS. SAJAMBRE ANTIGUO DE EUTIMIO MARTINO



El pasado verano, arropado por sus paisanos, bajo los tilos de la bolera de Vierdes, presentaba el Padre Martino su último libro: “Sajambre Antiguo”. 
No deja de asombrarnos la energía desplegada por el esforzado Jesuita, perteneciente a la tribu de los Salaenos, nacido en Vierdes, corazón de la noble tierra  sajambriega. 
De este autor puedo certificar que a sus 86 primaveras, aún realiza un exhaustivo trabajo de campo y  es capaz de subir hasta la cima más alta de Peñacorada, Peña Castiello de Burón, o al Jario de su tierra. Su último trabajo se ocupa de la protohistoria y entrada a la historia de  Sajambre: "un auténtico enigma histórico", para enlazar con lo bajomedieval alrededor del año 1000. Viene a ser un primer capítulo del libro publicado por el mismo autor hace treinta años: “La Montaña de Valdeburón”, donde aportaba una ingente documentación que certificaba la lucha de nuestra tierra por la independencia de los señores feudales y de la todopoderosa jurisdicción de Asturias que intento en diversas ocasiones absorber la Merindad de Valdeburón.
El libro es un concentrado de todas sus investigaciones y teorías sobre la historia más remota de Sajambre, muchas de ellas, certezas demostradas por el arduo trabajo de campo, además hace nuevas aportaciones sobre el origen del misterioso pueblo vadiniense o la ubicación de las  mansio romanas de: Equosera, Cougium y Belisarium. También se tratan temas apenas estudiados como: el asedio romano al Monte Vindio, la epopeya de Pelayo, batalla de Pontón, el concejo y cristianismo, la trashumancia y carretería.
La lucha por la libertad de los montañeses late en todos los libros de Martino, desde los indómitos cántabros a la cristiandad oprimida, refugiada aquí durante la invasión musulmana. En este libro como en otros sobre la historia remota de la montaña, el autor se ve arrastrado por la corriente lógica y básica aportada por las fuentes romanas o medievales. A continuación los hallazgos registrados en la investigación de campo confirman sobre lo correcto de la dirección tomada, esa es la metodología utilizada por el autor.
Martino conecta con el profundo latido de una tierra antigua, núcleo germinal de la nación española, defendida en un primer momento por la formidable muralla de la cordillera cantábrica.
Sajambre y Valdeburón supieron defender sus privilegios hasta el siglo XIX cuando la división provincial se impuso en España. Según Martino: "la raíz del pueblo montañés es reacia al señorío y tiene sus raíces en la protohistoria desde la resistencia feroz a las legiones romanas, que brota de nuevo en la resistencia de Pelayo, cuando se levanta apoyado por el concejo de vecinos". Ojalá en el aciago presente que nos toca vivir seamos fieles a nosotros mismos y dignos hijos de aquellos antepasados que defendieron la tierra montañesa y sus concejos. La democracia (gobierno del pueblo) violentada por políticos sectarios de todo pelaje, tiene mucho que aprender del milenario tronco del  concejo de vecinos leonés, del cual procedemos y, a cuyo estudio el P. Martino ha dedicado parte de su vida.

 Sajambre Antiguo de Eutimio Martino Redondo


Vista del Valle de Sajambre, bajo el Jario: Oseja. (Foto Martino)
El P. Eutimio durante la presentación de su libro el pasado verano de 2012 en Vierdes-Sajambre. (Foto Siro Sanz)

viernes, 1 de marzo de 2013

PUENTES ANTIGUOS DE LA MONTAÑA ORIENTAL LEONESA PEDROSA DE LA PONTE BREVE DISERTACIÓN SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE UN BIEN PATRIMONIAL EN LA MONTAÑA DE RIAÑO (Artículo publicado en la Revista Comarcal de Riaño)






Pedrosa del Rey, arrasado alevosamente junto a ocho pueblos del alto Esla, no es más que un recuerdo; pero aún se mantiene  enhiesto el hermoso y antiguo puente que calificaba al pueblo desde la antigüedad.
 De entonces acá, el puente aparece en años de seca, como único testigo y padrón de la ignominia cometida con la población a finales de los años ochenta en el pasado siglo.
 No era la primera vez que la heroica villa de Pedrosa pasaba por el trance del exterminio. En 2009, se cumplió el segundo centenario  de la quema de Pedrosa y Boca de Huérgano a manos de los franceses (4 de abril- 1809), que también fusilarían junto al puente al capellán de la parroquial de San Martín: Don Manuel Rodríguez. La quema se hizo concienzudamente, casa por casa, con prohibición expresa de sacar nada de ellas, en castigo a la protección dada a las tropas de Porlier (el Marquesito)  que tenía en Pedrosa su cuartel general.
El francés fue combatido y expulsado; la memoria de su ominosa opresión perduró en la tradición montañesa  y en muchas anotaciones que los curas dejaron en los libros parroquiales. Después del incendio, los paisanos regresaron, techaron de nuevo las paredes de piedra, esqueleto de lo que el pueblo había sido, y  regresó la vida a las calles de Pedrosa.
 La destrucción del 22 de Julio en el año 1987, se hizo con una saña impropia de los tiempos y del marco democrático en el cual España se desarrollaba. Pero hagamos un poco de historia antigua; la reflexión ecuánime de hechos recientes, sólo viene cuando los hechos se han decantado con el paso del tiempo; sobre el malhadado  pantano de Riaño no se ha dicho aún la última palabra.
 Casi todos los estudiosos que del tema han entendido coinciden al afirmar que en este paso de Pedrosa existió desde época romana un puente, por el cual cruzaba la calzada que venía por el Valle del Cea, y atravesaba el puerto del Pando para bajar a Tierra de la Reina, donde enlazaba con la calzada del Esla. Esa romanidad acaso también permanezca en muchas de sus piedras, reutilizadas desde entonces en las diversas restauraciones que se han llevado a cabo desde la Edad Media hasta el siglo XVIII. Así es, que aparecen enigmáticas marcas en algunos de sus sillares, a saber: cruces, letras y números romanos. En uno de los sillares se distingue perfectamente VI. 
La Legio VI fue una de las que participaron en la guerra Cántabro-Astur, donde obtuvo el apellido de VICTRIX é HISPANA, la misma que junto a la V ALAUDAE  y la X GEMINA levantarían campamento en León antes de la Legio VII .
 La VI,  X y IX  aparecen escritas en un  pilar del Puente del Diablo sobre el río Llobregat en Martorell, puente de la vía que en Tarragona tomaron las legiones de Augusto para venir a Cantabria. El Padre Martino, localiza  una inscripción de la V en Salio muy cerca de Pedrosa,  legión que a lo que parece, obtuvo el cognomen de INSECUENTIS (perseguidora), calificativo otorgado por alguna de sus actuaciones en las guerras cántabras. Ladrillos de la L- V- INSECUENTIS aparecieron en Lancia, León: La Babilonia y Navatejera. De la IX HISPANA existe testimonio en Verdiago. Otro argumento que apoya la antigüedad del puente es el lingüístico. Como una pepita de oro mezclada con los derrubios del río, así se ha conservado el hidrónimo prerromano TOLLO, elemento estricto de la construcción interna, aplicado a uno de los arquitos del puente por donde desaguaban las charcas de la Riana, éste último nombre, un híbrido hidronímico latino-prerromano, que tiene su equivalente en Riaño. Posiblemente los que vieron levantar el puente aún no sabían hablar latín y con esta palabra (tollo) denominaron y sellaron la antigüedad del emplazamiento. Más al sur, semejante a tollo existe TOLIA que ha dado Tuejar (Tolia-Ara) nombre de un  afluente del Cea.
La mención del puente en el Becerro de Presentaciones, creo yo, arroja algo de luz en cuanto a la fábrica y antigüedad de la obra que hemos recibido. El Becerro es un parroquial Leonés, copiado en la segunda mitad del siglo XV, debido al mal estado del original, que databa del siglo XIII; en el se hace la siguiente mención “Sant Martino de Pedrosa de la ponte, de Santa Engracia (monasterio de Riaño), tercia al Obispo; dos sueldos de procuración”. El documento fija como existente el puente de Pedrosa en el siglo XIII, y además afirma su importancia en la medida que el pueblo de Pedrosa era conocido por esta obra, paso obligado de la Cañada Real Leonesa desde la baja Edad Media. El arco apuntado que ostenta en la parte central pertenece a una de las restauraciones fechada entre los siglo XIII y XV, siglos en los cuales el gótico estaba en plena vigencia en España. Estas restauraciones se hicieron aprovechando materiales y testigos originales de la obra antigua, antes que el puente desapareciera por completo. Los pueblos de la Montaña Oriental con un sistema económico de pura subsistencia, no podían prescindir de la infraestructura heredada de Roma. El puente al día de hoy, consta de tres bóvedas: la central ojival, y las  laterales de cañón.
Los materiales que lo forman: el sillarejo y la mampostería, menos en las bóvedas, la imposta y pretiles que son de sillería. Aguas arriba, las pilastras presentan un tajamar de forma triangular y otro de forma semicircular. Aguas abajo, los tajamares son de planta rectangular y escalonada; ambos rematan en un sombrerete también piramidal. Ninguno de los tajamares llega a la altura de la imposta sobre la cual se apoyan los pretiles. La anchura es de unos 4 metros, semejante a la media de muchos de los antiguos caminos conservados desde Cistierna hasta los Picos de Europa.
 En 1845 el Diccionario de Madoz dice que en Pedrosa existe “ un puente de piedra calar de 4 ojos”. Don Antonio de Valbuena, en 1893, en su CONFERENCIA SOBRE EL ORIGEN DEL RÍO ESLA, enmienda la plana a Madoz y dice: “ que no es de piedra calar sino de piedra de grano; ni de cuatro arcos, sino de siete entre pequeños y grandes”. En la actualidad solo hemos podido constatar la existencia de tres  arcos grandes, y otros tres más pequeños. La piedra de grano, en cuanto a color y textura, es muy parecida a la utilizada en el santuario de la Virgen de la Velilla y en el ostentoso palacio de los Marqueses de Prado, hoy convertido en Hospital de Regla (León). Algunos notables edificios del alto Cea también muestran la misma clase de piedra.
 Antonio de Valbuena, en el marco de la misma conferencia, añade hablando del puente de Mercadillo (Cistierna): “el único de piedra que hasta hace pocos años había útil en 12 leguas de extensión, desde Pedrosa hasta Mansilla”. Don Antonio quizás se dejó llevar por la impresionante obra de uno y otro que los constituye como dos de los  más importantes en el ámbito montañés sin olvidarnos del puente de Villaescusa en Morgovejo, que merecería un capítulo aparte. En Cistierna, por esos años, estaba en servicio otro puente muy singular, y a lo que parece también de gran antigüedad, conocido por el nombre de “Puente Viejo de Cistierna”.
El puente de Pedrosa  y la iglesia de San Martín, actualmente en  Riaño, son las únicas señas de identidad de los pedrosanos. Este puente, que resistió durante siglos las embestidas del río, nos tememos que no conseguirá sobrevivir a las mareas del mar muerto que estacionalmente lo cubre, ni a los ladrones y desaprensivos que roban sus sillares ó los arrojan a las fangosas aguas como divertimiento veraniego. Ningún país que se precie destruye sus activos económicos. El puente de Pedrosa es un bien patrimonial de primer orden y, como tal, un activo económico susceptible de ser aprovechado y optimizado dentro de un espacio turístico. Ojalá Patrimonio, el Grupo de Acción Local ó los políticos  que entienden en esto y manejan los dineros, trasladen el puente y lo salven de una destrucción segura.
Es contra natura que las aguas pasen por encima de los puentes. Súbanlo un poco más arriba, junto a la ermita de Santo Tirso: el lugar se convertirá en un pequeño museo al aire libre y devolverá la obra a su prístina naturaleza. El innegable interés histórico y artístico del puente reclama una intervención urgentísima, no sea que en el futuro se acuerden de nosotros para maldecir la poca sensibilidad que tuvimos para conservarlo. No se olviden de la obligación moral que tienen con las generaciones que nos han de suceder. La responsabilidad en último término recae sobre aquellos en los que radica el conocimiento del tema y la potestad para tutelar los bienes patrimoniales.
 La Montaña de Riaño ya perdió bastante patrimonio bajo las negras aguas del pantano, salvemos éste resto majestuoso del bien hacer de nuestros antepasados.

 BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

Diccionario Geográfico-Estadístico de Pascual Madoz, 1845-1850.
Catálogo de Puentes anterior a 1936 de León. José A Fernández Ordóñez et alii.

La Huella de las Legiones. Cuaderno 5. Eutimio Martino Redondo-Siro Sanz

Nuestro reconocimiento a D. Aurelio Rodríguez Puerta de Pedrosa del Rey que colaboró en la ubicación de alguno de los hidrónimos presentados.

 Tajamar rectangular con copete escalonado, (aguas abajo). (Foto Siro Sanz)
 Imposta sobre la que apoya el pretil y tajamar con copete cónico, (aguas arriba). (Foto Siro Sanz)
 Arco apuntado, (aguas abajo). (Foto Siro Sanz)
 Tajamar aquillado y escalonado del puente de Pedrosa  (Aguas arriba). (Foto Siro Sanz)
Inscripción en números romanos -VI-. (Foto Siro Sanz)