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martes, 25 de febrero de 2014

Quinta conferencia del ciclo: "Los orígenes de la nación española". LA BATALLA DE PONTUVIO (PONTÓN), LA SEGUNDA COVADONGA. Sede del Instituto Biblico y Oriental de Cistierna. Montaña Oriental Leonesa. Viernes 7 de Marzo a las 19,30. Eutimio Martino- Siro Sanz

La Batalla de Pontuvio, la pelea el rey Fruela I contra los árabes en un momento comprendido entre los años 757-768. Siguiendo el Chronicon Sebastiani “in loco qui vocatur Pontumio provincia Gallaeciae” esta  batalla se ubicaba por muchos en la Galicia étnica sin tener en cuenta la Galaecia devenida por la división de Diocleciano, que comprendía hasta el río Cea. Partiendo de esta premisa, en la conferencia se interpretará el nombre de la batalla que nos ha llegado en las formas de: Pontuvio, Pontumio, Ponturico, Pontumo, Ponmptuno para llegar a identificar ese nombre con el Pontón de la Montaña de Riaño. Una batalla decisiva para el recién nacido reino astur que lucha por la supervivencia y otros han llevado a Puente de Eume en Galicia muy alejada del núcleo primigenio que los musulmanes deseaban aniquilar. Creemos nosotros que las fuerzas musulmanas penetraron por el valle del Esla o Cea, ambos surcados por calzadas romanas, después, intentarían traspasar los puertos para  atacar directamente al enemigo cristiano. Estos últimos, en caso de derrota, fiarían su defensa al abrigo de los Picos de Europa, donde sus antepasados cántabros ya se habían refugiado cuando el desastre de Bérgida.  Por si ello fuese poco, la tradición afirma que las ermitas de Riosol, Arcenorio, Ventaniella y Pontón, todas ellas en torno a los pasos de la cordillera y en el escenario de la batalla, fueron fundadas en honor a la Reina de los Cielos por la gran victoria de los cristianos sobre los musulmanes.

 Santuario de la Virgen de Riosol. (Foto: Siro Sanz)

Vista de Sajambre. En alto a la derecha el Puerto de Pontón. (Foto: E. Martino)

sábado, 8 de febrero de 2014

RESUMEN DE LA CONFERENCIA: LA GEOGRAFÍA DE PELAYO. SEDE DEL INSTITUTO BIBLICO Y ORIENTAL DE CISTIERNA. Eutimio Martino-Siro Sanz


Apuntaba Ambrosio de Morales en el siglo XVI que el ejemplo de la resistencia de los antiguos contra las legiones romanas, planteada en las montañas de la Cordillera Cantábrica, pudo inspirar a Pelayo a repetir lo mismo pero ahora contra el Islam. Pelayo se sirvió de aquella infraestructura viaria guerrera que para el romano fue instrumento de sometimiento y ahora para la cristiandad oprimida se convertirá en instrumento de liberación. El tema de Pelayo ha sido hasta el momento un tema enigmático, imposible y vedado, con muchísimos datos contrarios difíciles de armonizar. Algunos autores incluso encuadran a Pelayo y Covadonga en el plano del mito y de lo irreal. La metodología para acercarse al enigma ha sido: la lectura de las fuentes, en concreto la crónica de Alfonso III en su versión Rotense, se ha trabajado mucho la geografía y la antroponimia. Realizada esta labor, emerge una figura que tiene sus raíces en el Vindio, en concreto en Liébana, un notable entre los cántabros que pisa las antiguas calzadas romanas y reune al toque del cuerno de la guerra a los indígenas montañeses que se alzan para la "salvación de la iglesia". No olvidamos que en la crónica se habla del territorio asturiense, pero el territorio del primitivo reino astur en su mayor parte correspondía a la región habitada en la época romana por los cántabros, sin olvidar que en la época medieval amplias comarcas de la actual provincia de Santander, cántabras en época romana, reciben el nombre de Asturias. Todo comienza con la huida de Pelayo: “Los árabes habían penetrado en Asturias y se disponían a detenerlo por engaño en una aldea llamada Brece, cuando le fue comunicado a Pelayo por un amigo el intento de los árabes. Pero, como los sarracenos eran más en número, viendo Pelayo que no podía resistirles, primeramente saliendo lentamente de entre ellos y luego a la carrera, llegó a la orilla del río Pianonia , el cual encontró en llena y fuera de madre, No obstante, valiéndose de un apoyo para sobrenadar  y sin abandonar su caballo alcanzó la otra orilla y ascendió a un monte; los sarracenos dejaron de perseguirle. Él, por su parte, dirigiéndose a zona montañosa, enroló consigo a cuantos encontró que acudían presurosos a concejo…
Hasta ahora la aldea de Brece de donde huye perseguido Pelayo a los Picos y el río Pianonia se localizaban en Infiesto donde existe un caserío denominado Brecín y un río Piloña derivado del Pianonia. Sin embargo encontramos en Liébana una aldea denominada Brez y un río Belondio. Ambos derivan perfectamente del Brece y del Pianonia de la crónica. La fuga de Pelayo hacía un Piloña salido de madre y a un valle abierto no tiene sentido. Brecín escondido entre las colinas y sus bosques  prestaba un buen escondite sin lanzarse al río. Además la lejanía de Brecín de los Picos de Europa unos 30 kilómetros nos parece excesiva. No así el Brez de Liébana bajo el Macizo Oriental de Picos de Europa, y muy próximo por el Collado de Cámara al Macizo Central. La montaña cuya ascensión hace desistir a los árabes no destaca al revés que los Picos, sobre la que Pelayo habría dejado atrás en el Sueve, ni un río Piloña, desbordado por Infiesto sería vadeable en aquel tiempo ni hoy. Pelayo se mueve durante unos años antes de la batalla de Covadonga en el entorno del Monte Vindio, donde escaramucea con los árabes. La tradición de Pelayo entre los valdeones, los lebaniegos e incluso entre los habitantes de la Comarca de Riaño es aún más fuerte que en Infiesto y otras partes de la Asturias actual. Covadonga no es el mito irreal que algunos pretenden, tampoco una extraordinaria batalla por el número de contendientes, pero si un carnicería lo suficientemente execrable para ser disminuida en las fuentes árabes. Bajo la Cruz de Priena las fuerzas árabes fueron masacradas, los supervivientes divididos, algunos huirían por la ruta que traían otros subirían a la meseta de Enol y con guías intentarían el camino del Sur, siguiendo vías empedradas que bajan hasta Arenas de Cabrales, después por el Caoro subirán hasta Portudera para bajar a  Tielve y de allí a los puertos de Aliva, perdiéndose hacía Liébana donde serán definitivamente exterminados en Cosgaya.
 Brez (a la derecha) encaramado en un extremo del Macizo Oriental enfilando la entrada del Collado de Cámara hacia Aliva. (Foto: E. Martino)

 Calzada entre Tanarrio y Cámara, a contracorriente del río Belondio. (Foto: E. Martino)


 Cuenca alta del Río Belondio, la que atraviesa el camino de Brez al Collado de Cámara, perceptible en la parte superior izquierda de la imagen. En el centro Tanarrio. (Foto: E. Martino)

Les Cueñes del Cantón entre Velvín y Soñín en la vía que baja a Lincós. Por donde dirigidos inevitablemente por guías del país los árabes en huida descenderían hasta Arenas de Cabrales. (Foto: E. Martino)

Puerto de Era (Portudera) y la calzada del Caoro, tan necesaria para la comunicación entre Arenas de Cabrales (arriba a la izquierda) y Liebana a través de Áliva y Espinama. La calzada sale de Arenas y la vemos dibujada atravesando las majadas de Portudera para bajar a Tielve, un camino que con guías del país los árabes debieron tomar para salir al Sur. (Dibujos del Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. Carpeta 16, nº 232)

lunes, 3 de febrero de 2014

MOLINOS DE LA MONTAÑA ORIENTAL LEONESA: EL MOLINO DE ALEJE. Artículo publicado en la Revista Comarcal de Riaño Nº 42. Siro Sanz García

Gracias a los desvelos y dineros de la familia García Fernández, el molino de Aleje es uno de los más interesantes y mejor conservados de la Montaña Oriental. Un remanso de paz y descanso para aquellos que sufren el morbo  de la gran ciudad, un espacio donde aún se percibe el rumor del agua a través de las vetustas piedras y las voces de nuestros antepasados trajinando por la subsistencia diaria. Uno de los pocos molinos que resiste tal como era hace más de cien años, testigo de la dura pero, sin embargo, intensa y plena vida de los antiguos montañeses. Consta como inscrito en el registro de la propiedad de Riaño,  en el tomo 242, folio 163, año 1887, a nombre de Juan Manuel López Alonso; este era un indiano oriundo de Riaño, famoso por su corpulencia, del cual se cuenta había traído de Cuba su peso en oro.
Cuando regresó de América en la segunda mitad del S XIX, se instaló en Madrid. En la capital del reino, funda fábrica de chocolate y chocolatería abierta al público en la calle de Atocha. Como casi todos los indianos a los que la fortuna había sonreído, levantaría  casa en Riaño, un alarde destinado a mostrar a sus paisanos de madreña y boina, lo bien que le había ido en ultramar, además de servir como segunda residencia para pasar los veranos con su familia. El molino sería una de sus mejores inversiones, por lo menos hasta principios del S XX. Se construyó en la margen izquierda del Esla en el pago denominado la Nave. Las trazas del molino y vigilancia de la obra fueron realizadas por el ingeniero de Zaragoza, Señor Amorós. La toma se hizo mediante un azud de unos 50 m. que había que reparar cada año con canto rodado y “babas de rana”; de un extremo salía el canal de 200 m.  que conducía el agua al cárcavo ó cuernavo para mover tres rodeznos. Después,  por otro canal de 100 m., desaguaba de nuevo en el Esla. La sala de molienda estaba compuesta por dos piedras francesas para molturación de trigo, movidas por una turbina y otra para la fabricación de pienso, movida por un rodezno, una limpiadora Belga y una cernedora para separar la harina de trigo. Además se construyó la vivienda del molinero, dos cuadras, una hornera donde se amasaba y cocía el pan. Aparte de la mansión de Riaño, el industrioso indiano construyó una casa aneja al molino, también frecuentada por la familia, con todas las comodidades a las que estaban acostumbradas aquellas gentes venidas de América. Aún se conserva algo de aquel esplendor en las alcobas y muebles de la casa. Un lujo extraño y exótico que debía contrastar con la dureza y precariedad de la vida en Aleje, por aquellos tiempos. Todas las dependencias se distribuían alrededor de un gran patio porticado o  corralada, lugar indispensable y común en muchos molinos, donde se ataban las caballerías mayores y menores; también servía para guardar durante la noche los carros de vacas cargados de trigo y centeno. Desde la carretera, se accedía a la corralada a través de un gran portón de madera cubierto por una gran portalada que aún se mantiene restaurada con buen criterio y gusto por los propietarios.  A principios del S. XX falleció el indiano riañés, pasando el capital a su hijo Félix López Vega,  residente en Madrid. En el año 1903, D. Micael Fernández, oriundo de Villaverde de Arcayos y Doña Eudoxia Escanciano natural de La Llama de la Guzpeña, que estaban de molineros en Crémenes, bajaron en régimen de alquiler al molino de Aleje. Venían con cuatro hijos: Amelio, Domitila, Esther y Alicia. En el molino les nacerían otros dos hijos: Abel y Magdalena. Los problemas económicos acuciaban al propietario, que se vio obligado a vender el molino a Doña Eudoxia, ya viuda y a su hijo Amelio. El dinero escaseaba y fue una familia de Alejico la que prestó   los fondos que faltaban para la compra.
Molían aquí los pueblos de Aleje, Alejico, Verdiago, Santaolaja, Fuentes de Peñacorada, y Ocejo de la Peña. En años de seca, incluso se acercaban a moler al río grande, algunos pueblos del  Valle del Tuejar: Ferreras, Las Muñecas, La Mata, Renedo. Aquellas gentes, bordeaban la cara norte del macizo de Peñacorada y, por la calzada de Fuentes, con gran dificultad debido a lo abrupto del terreno, descendían a la cuenca del Esla con sus carros de vacas, burros y machos cargados de sacos de trigo y centeno. También hacía parada en este molino, cuando regresaba de Campos,  la carretería de los ocho pueblos de Valdeón. Los valdeones bajaban a Campos con los carros llenos de yugos, cambas, ijadas, horcas, rastrillos, palas de madera y subían cargados de trigo y vino. A veces pernoctaban hasta tres noches seguidas bajo los portales; al cuarto día, cuando todo el trigo estaba molido continuaban la marcha a sus pueblos de origen. Las propietarias, aún recuerdan la comida básica de los valdeones en sus idas  a campos: pan de trigo, y buenas patas de cabra y machorra acecinadas ó cocidas. También formaba parte del complejo molinario una tienda de ultramarinos que hacía las veces de taberna. Mientras molían sus cargas, las mujeres de Ocejo y Fuentes de Peñacorada encargaban, las que tenían dinero, una peseta de chicharro en escabeche y un vaso de vino para acompañar el pan que traían; la que no tenía una peseta, se conformaba con mojar el pan en el vino. La buena de Eudoxia a veces les regalaba con un plato de sopa de cocido acompañada de unos pocos garbanzos. Los usuarios del molino pagaban con su correspondiente maquila. Cuando muere Amelio, el hijo mayor de Eudoxia y Micael, la propiedad pasó a Alicia y a su hermano Abel Fernández Escanciano; esta y sus hijos compraron la parte de Abel.
Alicia  y Silvestre, padres de los actuales propietarios: Isabel, María Gloria, y José Luis García Fernández explotaron desde entonces el molino que después de 1957 fue dado  en arriendo, primero a Victor (alias Dinamita), después a Zósimo Bayón y finalmente a Don Diosdado Antolín Gutiérrez, último molinero que aquí trajinó desde 1965 cuando vino del Otero de Valdetuejar, donde también era molinero, muy conocido en Cistierna por su comercio de maquinaria y electrónica. Diosdado fue, con la familia Tagarro de Cistierna, uno de los últimos y más esforzados molineros del Alto Esla. En su tiempo aún bajaban a moler los pueblos de Fuentes de Peñacorada y Ocejo. Esto duró hasta que se dejó de sembrar y amasar en las casas, más ó menos en los años finales de la década de los sesenta. Diosdado se dedicaría después a la fabricación de piensos para el ganado moliendo con una sola muela. Compraba 10.000 kilos de cebada cervecera, la mejor para engordar la leche y la carne, y se tiraba día y noche moliendo. Para semejante cantidad, las muelas tenían que estar en perfecto estado y este molinero fue siempre habilísimo en el arte de picar las durísimas piedras francesas; tres días le ocupaba el picar una de ellas. Cuando la faena de moler terminaba, vendía su mercancía por los pueblos, primero en un motocarro y más tarde en una furgoneta. Algunos almacenes de Cistierna, como el de Varela y Jambrina, también eran servidos por el molinero de Aleje. La creación de la cooperativa de Sorriba del Esla dio al traste con el molino de Aleje. Don Diosdado cesaría su actividad  como molinero en 1985. La familia Fernández Escanciano, que regentó este molino hasta 1957 del siglo que pasó, aún es recordada por las gentes de la comarca debido a su buen hacer en el arte de la molinería y los muchos favores repartidos. Hacia mediados del S. XVIII, existían en la Montaña Oriental Leonesa unos 253 molinos; apenas llegarán a los cincuenta los que aún se mantienen, en distintos grados de ruina, en ríos y arroyos.
Contemplamos hoy día la destrucción por parte de Confederación Hidrográfica del Duero de muchos azudes y presas, parte integrante e indispensable en los molinos, a veces, la única estructura  constructiva que se ha conservado. Nos asombra que nadie, sobre todo, autoridades y aquellos que deben velar por estos bienes históricos y patrimoniales, no alcen su voz en contra de semejantes tropelías. Se alega sin base científica, que los azudes son un impedimento para los ecosistemas de los ríos y que la restauración de los cauces pasa por su destrucción. Olvidan que los azudes son parte integrante del paisaje montañés, algunos de ellos llevan ahí más de 300 años, en ese tiempo se han integrado perfectamente en el paisaje y en la vida del río.  Nunca constituyeron una barrera para la fauna piscícola; al contrario, las remansadas tablas y los recovecos de sus viejas estructuras servían de seguro refugio a las especies piscícolas. La abundancia de pesca, truchas, anguilas, barbos por encima y debajo de las presas, en el tiempo anterior a la construcción del pantano de Riaño y la contaminación de los ríos, prueba que estas pequeñas presas no eran ningún obstáculo a la vida del río. Otros intereses se siguen cuando se decide destruir el patrimonio molinario.
 Corralada del molino con sus dependencias y anejos. (Foto: Siro Sanz)

 Vista de la corralada desde la presa de evacuación. (Foto: Siro Sanz)

 Presa que conduce las aguas del Esla hasta el cárcavo del molino. (Foto: Siro Sanz)

 Sala de molienda. (Foto: Siro Sanz)

Molino de Aleje en la carretera de Sahagún a las Arriondas. (Foto: Siro Sanz)