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domingo, 24 de noviembre de 2013

LOS ORÍGENES DE LA NACIÓN ESPAÑOLA. DE LOS CÁNTABROS A PELAYO (Resumen de la primera conferencia en el Instituto Bíblico y Oriental, sede de Cistierna. Curso 2013-2014). Eutimio Martino - Siro Sanz

CONFERENCIA EN CISTIERNA 22 DE NOVIEMBRE 2013




Son varios y sucesivos los alumbramientos, que dan origen a la nación española. El primero, el de la conquista de los cántabros por Augusto, a quien satisfacía poco –dice Orosio- lo que Roma llevaba realizado en Hispania durante doscientos años mientras permitiese que los cántabros y astures, dos pueblos muy fuertes, continuasen con su independencia . Y se prolongó diez años la contienda, más de lo que llevó a César el someter la dilatada Galia. No deja de vibrar el mismo Orosio con la trascendencia  del momento, al escribir que Augusto regresó a Roma dejando a toda Hispania quieta y sosegada en eterna paz, como reponiéndose de la fatiga.
Gravitaron sobre la Cantabria Leonesa y sobre su río Esla varias de las campañas más importantes de cántabros y astures. En especial en la cordillera, la muralla natural de Hispania, que solo el romano superó, los cántabros consagraron para la posteridad el heroísmo de su resistencia, que había de resurgir frente al Islam en un Pelayo, que es evidente caudillo cántabro, hasta seguir el segundo alumbramiento de Hispania en Covadonga.
Ahora, como invirtiendo el sentido de la marcha, pero pisando calzadas, que eran de roma, se pasa de Covadonga a Oviedo y de Oviedo a León, la plaza fuerte romana, que había sido establecida para vigilar a cántabros y astures al fin de la contienda y que no se podrá contentar en adelante sino con ser la capital del reino. Y con ser la cuna de la participación popular en las decisiones del gobierno.
Y cuando se instaura en Santiago el culto al apóstol, es la vía romana de la costa que encamina a los peregrinos de toda Europa, como después lo hará la gran calzada del Camino Francés, que había sido tendida para dominar a los cántabros y astures. Como si no fuera posible salir de la órbita romana, la célebre Vía de la Plata enlaza dos ciudades, Astorga y Mérida, que fueron fundadas por colonias de veteranos de las guerras cántabras.

En fin, con razón exalta el poeta latino la empresa de la fundación de Roma, una Roma que tanto había de fundar ella misma. Era Virgilio, que modelaba su epopeya de Roma mientras Augusto guerreaba contra los cántabros.

Pelagius: Princeps cantabrorum et asturorum.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

CISTIERNA Y LA RUTA VADINIENSE ANTIGUO CAMINO A SANTIAGO DE GALICIA. PANEL DE CISTIERNA. Siro Sanz García


  La relación de Cistierna, con el más que milenario camino a Santiago, que atravesaba de Norte a Sur la Montaña Oriental Leonesa, viene probada en la documentación Medieval local. En ella se afirma la existencia de una vía romana que desde Mansilla ascendía por la vega y valle del Esla para entrar justo en Cistierna a la garganta del Esla. La importancia del enclave cistierniego, se refuerza por la existencia de dos puentes milenarios construidos en un tramo de apenas dos  kilómetros: el Puente de Mercadillo y el Puente Viejo de Cistierna. No en vano, nos encontramos en el corazón del denominado  Territorio de Aguilar, que durante la Alta Edad Media se extendía desde los puertos con Asturias hasta un poco más abajo de Gradefes. Un territorio gobernado desde un poderoso complejo defensivo de origen protohistórico y romano,  ubicado entre Cistierna y Sabero. Por aquí pasaba la Vía Saliámica o del río, documentada el año 973 en su tramo más alto de Sajambre, a punto de penetrar en Asturias. El apelativo hidronímico prerromano *Salia que da Sella, entendemos que debe aplicarse a todo el camino discurrente junto al río desde Sajambre hasta Mansilla de las Mulas, y es de Riaño a Cistierna cuando la inmediatez de río a la calzada se hace más evidente. El año 1001 tenemos la primera noticia referida a Cistierna,  un documento de venta que  designa como propietarios de tierras a dos cisterniegos de nombre musulmán: (سُلَيْمَانُ ـ إِبْنُ نِيزَار) Suleiman e Ibn Nizar. En 1056 se cita la existencia del monasterio de SAN FACUNDO PRIMITIVO Y CIPRIANO DE CISTIERNA (Escalona, P 268), construido en la zona de los conventos, junto al antiguo Camino Real, heredero de la Vía Saliámica. En  1099 el glorioso rey leonés Alfonso VI, dona dicho monasterio a Pedro, Obispo de León, (Archivo de la catedral tumbo-fol 75). La unión de la villa con el camino, se reafirma en el año 1143 cuando el clérigo Pedro Velaz, entrega al obispo de León, el hospital que había construido anejo a la iglesia de Santa María. Un hospital para admitir y reconfortar a los pobres y míseros peregrinos que pasan por el Escobio de Aguilar. El Escobio era y es, el difícil paso entre el río y la peña, bajo el gran complejo defensivo de Aguilar en Vegamediana. En el siglo XVIII y XIX este singular camino se denomina camino Real a Sabero y Valdeburón. La memoria de los peregrinos que discurrían por el camino aún se mantiene en el S. XIX. En el Diccionario Geográfico de Pascual Madoz, (1845-1850), al citar a Sorriba comenta lo siguiente: “a un cuarto de legua de la población se halla el arruinado y antiguo hospital de San Bernabé, donde pernoctaban los peregrinos que iban a Santiago de Galicia”. Sus ruinas aún permanecen en la margen derecha del Esla junto al Puente de Mercadillo. Las piedras de San Bernabé, también el camino que renace de nuevo promovido y auspiciado por la Asociación Ruta Vadiniense, son testigos de un tiempo en el cual las creencias de nuestros antepasados eran fuertes.
Ojalá por ese mismo camino nos lleguen las sinergias e inspiración de las cuales tan necesitados estamos. Ahora, cuando el reciente pasado minero  es ya un mínimo capítulo de la milenaria historia local, nuestro querido pueblo asomado a la vera del antiguo camino de Santiago,  aguarda tiempos mejores.
El mañana es el futuro que se promete tras la negra cortina de las dificultades en la oscura noche del momento actual. El resplandor del amanecer, tenuemente percibido ya en el horizonte, sólo llegará si unos y otros nos mantenemos  solidarios  y fieles a las raíces legadas por el fervor de nuestros antepasados; siempre intensos en sus creencias, siempre alejados del individualismo y materialismo que ahora nos extermina y acaba.

Cistierna: “Ultreia-Susseia”, sigue adelante.
Peregrino: Buen camino
 Panel de la Ruta Vadiniense a su paso por Cistierna.

 Puente Viejo de Cistierna. (Foto: Siro Sanz)

 Puente de Mercadillo, situado a dos escasos kilómetros del Puente Viejo de Cistierna. (Foto: Siro Sanz) 

Iglesia de Santa María de Cistierna. La unión de la villa con el camino, se reafirma en el año 1143 cuando el clérigo Pedro Velaz, entrega al obispo de León, el hospital que había construido anejo a la iglesia de Santa María. Un hospital para admitir y reconfortar a los pobres y míseros peregrinos que pasan por el Escobio de Aguilar”. (Foto: Siro Sanz)

 A las afueras de Cistierna el camino se adentra en la Vega del Esla. (Foto: Siro Sanz)

La cruz del camino, restaurada hace pocos años en el lugar donde siempre se mantuvo dando testimonio de fe y peregrinación, al fin y al cabo por este camino llegó la doctrina del humilde rabí de Galilea a las tierras altas del Esla. El camino pasa a su lado, al fondo las montañas de la Cantabria Leonesa. (Foto: Siro Sanz)


viernes, 1 de noviembre de 2013

EL ÚLTIMO CARRERO DE CISTIERNA: D. ELISEO POLVORINOS. TALLER DE CARROS DE D.GABRIEL RODRÍGUEZ REYERO. OFICIOS OLVIDADOS. Siro Sanz García



Quién de los jóvenes de Cistierna, conoce o sabe de los antiguos oficios de: zapatero remendón, molinero, el botero que fabricaba botas y pellejos para el vino o aceite,  hojalatero, pellejero y curtidor, madreñero; estos y otros oficios existieron en la villa, hoy, hasta la memoria de aquellos que los practicaron se ha perdido. Sin embargo, el que busca encuentra y un servidor tuvo la suerte de hallar a un joven de 87 años: Don Eliseo Polvorinos,  con los achaques normales de la edad pero aún en plenas facultades mentales. Su excelente memoria rescata del olvido uno de los oficios, casi me atrevo a denominar artesanía, practicado en Cistierna hasta principios de los setenta del siglo que pasó. Me refiero al oficio de carrero. D. Eliseo entro como aprendiz a la edad de 24 años en el taller de carros  perteneciente a Don Gabriel Rodríguez Reyero. Gabriel pertenecía a la extensa familia de los Reyeros documentada ya en Cistierna en el siglo XVII. El taller se ubicaba  en la corralada que existe detrás de la Casa de los Franceses, actual comercio de pintura y bricolaje Miguelez. A Cistierna acudían a encargar carros los pueblos de la montaña desde Remolina, valle abajo del Río Grande, incluidos los valles laterales del Dueñas, Corniero, Valdoré, valle de Sabero y Duerna. De Remolina para arriba hacían los carros en Pedrosa del Rey. Los pueblos de ambas márgenes del Esla desde Villapadierna para arriba también hacían los carros en Cistierna. Cuenta D. Eliseo, que menos los bueyes o vacas en el taller de D. Gabriel, se fabricaban todos los elementos que componían la estructura de un carro, incluidas las grandes armaduras que se añadían para transportar las mieses de trigo, centeno y cebada.  Los carros chillones, con ruedas de madera y sin llanta de hierro eran ya una reliquia a principios del siglo XX en nuestra villa. La mejora de las comunicaciones, sobre todo el ferrocarril, había impuesto el hierro para las llantas, eje, corzas y buje. El hierro se traía de Cervera en barras de cinco metros y medio. Además del taller de carros que nos ocupa, existía otro a la salida del pueblo en dirección a Riaño, más o menos donde ahora se encuentra el Mesón la Braña. Este taller era propiedad de D. Pedro, oriundo del Valle del Tuejar. Los tableros, cabezales y calabaza eran de negrillo, los cambones y radios de la rueda se hacían de encina  importada de Navarra. Para fabricar las llantas de las ruedas, primero se enderezaba la barra golpeándola sobre el yunque en frío, después, se curvaba en una máquina. Cuando se tocaban las puntas, se metían a la fragua y a calda viva, esto es, al rojo vivo, se golpeaba en el yunque hasta que soldaban los extremos. Las ruedas de un carro de vacas montañés tenían 28 Mm. de grosor y 1,20 de altura, las ruedas de los carros ribereños se hacían con 30 Mm. de grosor, 1,35  de altura. La caja de los carros montañeses era de 97 cm. por delante y algo más de un metro por detrás para facilitar la descarga. Los carros montañeses eran más pequeños que los ribereños, pero recios y fuertes, diseñados para aguantar las tamballadas que daban por los caminos empedrados que recorren todo el territorio de la Cantabria Leonesa. El cubo o maza, también denominado calabaza, donde iba colocado el eje del carro, se cortaba de un tarugo grueso de encina y tenía unas 13 pulgadas. Después de torneado, se le colocaban dos anillos de hierro. Los agujeros para los radios se hacían también en el torno. El cubo se dividía en 14 radios para la montaña y 16 para la ribera. Después, debía cocerse en una caldera de agua durante unas dos horas, mediante este procedimiento, la madera del cubo se ablandaba e hinchaba, quedando lista para meter los radios. El cubo así dispuesto quedaba inmovilizado en un potro y se comenzaba a colocar los radios. Cuando la madera secaba, los radios quedaban fijos y prietos. La circunferencia de la rueda sobre la que se montaba la llanta de hierro se hacía con cambones de madera. Había distintas plantillas para los cambones, grande para la ribera y más pequeña para la montaña. La circunferencia de la rueda del carro montañés se hacía con 7 cambones y en cada cambón se metían 2 radios, por lo tanto la rueda tenía 14 radios. La circunferencia de la rueda del carro ribereño tenía 8 cambones,  a dos radios por cambón, 16 radios. Los carros de Cistierna, límite de la ribera donde la montaña comienza abruptamente, se hacían invariablemente con 14 radios. Las corzas de hierro que tenían la función de elevar la mies, hierba o leña por encima del lomo de las vacas, se fabricaban en el mismo taller con varillas de hierro de 16 Mm. de grosor. Las corzas iban en la delantera del carro y se sujetaban por arriba en los tableros, por bajo en la vara del carro. El montar la llanta de hierro sobre la rueda era una labor complicada. Para ese menester el taller contaba con un horno dispuesto en el suelo, armado con raíles de hierro que adoptaban la forma de la rueda para no deformar la llanta. La cavidad se llenaba de leña y se encendía el fuego, sobre el cual se colocaba la llanta, cuando ya estaba dilatada a fuerza del calor, se sujetaba mediante grifas para colocarla sobre la rueda. Inmediatamente se metía a un pozo con agua para que no se quemase la madera y a la vez quedase bien ajustada, prieta y tirante.
Un carro completo se tardaba en hacer más o menos una semana. Después de terminado se le daba una mano de minio para cerrar los poros de la madera, inmediatamente se procedía a pintarlo de rojo y azul. El carro completo costaba entre 7000 y 8000 pesetas, que viene a equivaler a 50 euros actuales. Cuando el comitente conservaba las ruedas, el carro se encargaba sin ellas y valía unas 3000 pesetas. Los tratos se hacían siempre de palabra, y el respeto a la misma era sagrado. En cierta ocasión el carrero de Pedrosa del Rey, D. Santiago Martínez, pidió a  D. Gabriel que mediase para cobrar un carro a un carnicero de Cistierna que no quería pagar lo ajustado, el bueno de Gabriel consiguió que Santiago cobrase lo que se le debía después de reconvenir al carnicero con graves y sensatas razones. El carro de caballerías ostentaba dos varales para uncir el macho, burro o caballo y era más barato que uno de vacas.  Cuando los encargos del Valle del Dueñas, Remolina, Crémenes estaban terminados, los labradores bajaban caminando a Cistierna con la pareja de vacas. Tras una pequeña robla se hacía el pago, uncían los animales y regresaban con el nuevo carro a sus pueblos de origen.

Los pueblos se honran con el recuerdo, la memoria del esfuerzo y trabajos de sus  antepasados, vaya por lo tanto nuestro reconocimiento a Don Eliseo Polvorinos, patriarca de una extensa prole, natural de Calaveras de Arriba, vecino de Cistierna, artesano de la madera, fabricante de carros montañeses y ribereños, además de excelente carpintero en la villa durante los duros años de la posguerra española
El taller de carros. A la derecha con boina y mano sobre la taladradora para barrenar el hierro posa D. Gabriel el Carrero y a la izquierda delante de la mesa de cepillado el joven D. Eliseo que entró con 24 años para aprender el oficio. (Foto: Gentileza D. Luisa Polvorinos).

 El taller se ubicaba detrás de la Casa de los Franceses, ahora comercio de la familia Vazquez Escudero. Al fondo se observa el portalón que daba paso al taller. En la corralada vemos carros, ruedas y madera sin devastar. En primer término sujetando el ronzal del caballo vemos a D. Chencho Muñoz, carnicero de la villa. Detrás sentado en un carro a medio terminar vemos al empleado Julian Gorostieta de Valmartino. Al fondo sentado en el varal del carro posa D. Eliseo con dos niños. Desconocemos el nombre de la persona situada a la izquierda en un carro con cuatro niños. La primera puerta a la izquierda era la casa de Don Gabriel Rodríguez el Carrero. La segunda casa era la vivienda de D. Martín Argüelles y Doña Eusebia Tejerina. Al fondo sobre el taller la casa de D. Laudelino(Foto Gentileza Doña Luisa Polvorinos, el autor de la misma es D. Dalmacio Callado un excelente fotógrafo merecedor de un estudio completo de su obra). 

  La foto fue realizada hacia 1968 por el fotógrafo cisterniego D. Dalmacio Callado, en la calle P. Isla, justo a la salida del taller. El carro recién pintado acababa de ser entregado al propietario. Es un carro ribereño con rueda más grande que los montañeses y 16 radios, valía unas 8000 pesetas. Observen el detalle de las melenas de piel  de perro sobre la testuz de la pareja de vacas, también las roscas de baño en los cuernos como signo de  celebración por el estreno. (Foto: D. Dalmacio Callado. Gentileza de Doña Luisa Polvorinos).

 Carro montañés de 14 radios frente al taller de D. Eliseo Polvorinos. La pareja de vacas ostenta sobre la testuz melenas de cuero. Divisamos al fondo, el nogal que existía frente a la iglesia vieja de Santa María, fue talado  hacia 1967; el arboricidio es una constante en el Ayuntamiento de Cistierna . Detrás del árbol vemos un edificio con la puerta abierta, era la sede del Frente de Juventudes donde se cantaba con el brazo en alto aquello de: "prietas las filas recias marciales", ahora se levanta allí la Biblioteca Pública de Cistierna, futura sede del Instituto Bíblico y Oriental. Tras el edificio se distinguen las únicas casas entonces existentes: la de Don Ángel Cuesta y Don Ernesto García. (Foto Dalmacio Callado: Gentileza Doña Luisa Polvorinos)

 Vehículos de tracción animal como este carro montañés coexistían en los años cincuenta con los escasos vehículos de motor que circulaban en Cistierna. La foto fue realizada en la actual calle Doctor Rivas. Al fondo tras la huerta, divisamos el comercio de los Montañeses que era la Casa del Pueblo durante la república y frente a los Montañeses la casa la Tía Castaña una señora muy salada. (Foto: Gentileza Doña Luisa Polvorinos)

 En el taller de Cistierna también se fabricaban carros de caballos. La foto fue realizada en la plaza del Ayuntamiento. Los dos carros de caballos seguramente son los de Don Florencio y  don Luis Bernardo transportistas hasta los años setenta, también lo fue por algún tiempo Don Pepe el Chato hijo de la Señora Casilda y cuñado de Florencio.  Detrás del carro vemos la casa del empresario minero D. Esteban Corral, a la izquierda el comercio de Don Bernardino Valbuena que en paz descanse. (Esta foto como las anteriores creemos que fueron realizadas por D. Dalmacio Callado, padre de Sarita Callado Sagüillo, que actualmente llora ausencias de Cistierna en Tenochtitlan; gentileza de Doña Luisa Polvorinos

 Armazón de carro montañés perteneciente al autor del blog, conservado en la huerta como una reliquia del pasado familiar. Se mantiene la calabaza pintada de azul, el eje, radios y varal. (Foto: Siro Sanz)

En su final, los restos de este carro montañés de 14 radios, aún conserva un no se que de su prestancia original. (Foto: Siro Sanz) 

Don Eliseo Polvorinos que no puede estar quieto, posa ante una maqueta a escala  de carro montañés, fruto reciente de su afición por el trabajo de la madera. Observen sobre el varal el freno, artilugio muy necesario en los carros de la montaña, no así en los de la ribera. (Foto: Gentileza D.Luisa Polvorinos)