No es la de Castilviejo (Medina de Rioseco) la
única Virgen aparecida entre las ruinas de antiguo castillo, es una más,
continuadora de esa querencia Mariana por habitar entre viejos paredones hasta que el humilde pastor,
o hidalgo de limpia sangre viene a descubrir removiendo con la reja del arado
las vetustas piedras. En las montañas del Reino de León, alguna de estas
Vírgenes habitan y son veneradas en altos y Coronas que aún mantienen, un no se
que de atavismo guerrero.
Nuestra Señora de la Corona (Valdeón), La
Virgen de Castrotierra (Maragatería), La Virgen de la Velilla (Valle del
Tuejar, alto Cea) de la que se dice que el Hidalgo Juan de Prado encontró
removiendo las ruinas de castillo, la Virgen de Yecla en el Cea, elevada sobre
venerables ruinas castreñas, La Virgen de la Seita en Rodicol (Laciana) sobre
un campo elevado que seguramente fue una fortaleza circundada de foso, que eso
significa seita en leonés, donde los
cristianos edificaron la ermita a la Virgen, para que se olvidase el culto
pagano, Nuestra Señora del Castro en Castrocalbón, Nuestra Señora del Castillo
Viejo en Valencia de Don Juan y así seguiríamos con una larga relación que
reafirma presencias anteriores al cristianismo en estos eminentes lugares.
Corona, Castro,
Castillo, Castil, Castiello aplicados a lugares donde se
levantan algunos centros marianos son sinónimos de lugares defendidos y que en
ocasiones denominan ámbitos sagrados, donde las huellas paganas permanecen
solapadas en el culto cristiano. Las generaciones pasan pero el soplo ancestral
permanece en los mitos de multitud de invenciones, apariciones y en los
rituales deambulatorios alrededor de las ermitas. Un trabajo de campo que se
precie, debe atender no solo a la inspección del terreno sino que incluye
también la atención a las tradiciones orales que en estos especiales lugares
son generalmente olvidadas por algunos historiadores. La tradición local debe
ser tenida en cuenta como explicación de las creencias y mitos desde dentro de
la comunidad. Muchos de los centros de piedad Mariana son un prolijo resumen
histórico, que viene expresado en la superposición de estratos culturales
determinado por el paso de las religiones prerromanas a la romana y posterior
cristianización; siempre sagrado sobre sagrado. La Virgen, en la iconografía de la Asunción es arrebatada en cuerpo y
alma a la gloria celestial, levantada por un grupo de ángeles que la impulsan a
lo alto y de paso la coronan como reina de los cielos. Muestra en su juvenil
rostro un semblante arrobado y joven que no se corresponde con la edad de la
muerte de María, queriendo relacionar
este dogma con el de la Inmaculada y la iconografía al uso en España que la
representaba como una Virgen adolescente.
Aunque el dogma de la
Asunción fue definido en 1950 por Pío XII, la devoción a esta advocación mariana es muy
antigua en España y resto del orbe Católico. La fiesta de la Asunción se
celebraba en Jerusalén en el siglo VI y en Roma en el VII. En España tenemos
noticias de la celebración de esta fiesta el 15 de Agosto durante el reinado
del rey Wanba (JESÚS SIMON PARDO. La devoción a la Virgen en España, Ed Palabra
2003).
Sin
temor a equivocarnos y consultando solamente el “Diccionario de Madoz”, la
inmensa mayoría de las festividades Marianas en nuestra patria son las
dedicadas a La Asunción. Las de la Natividad de la Virgen y la Inmaculada,
aunque abundantes, ni por asomo llegan a la que nos ocupa, La Virgen del 15 de
Agosto. Etimológicamente Asunción viene de adsumtionem (ad sumere) que en la lengua latina adquiere
diferentes matices: el de arrebatar, llevar, privar, renovar, adoptar.
Algunos de ellos muestran algo positivo en el cambio, otros introducen un matiz
de negatividad. Opinamos que esa variedad de matices tienen mucho que ver con
los espacios sagrados que ahora estudiamos.
En una ermita como la de Castil Viejo patrona
de Medina de Rioseco, de origen tan antiguo y legendario, sobre poblado romano
como afirma la publicación de R. Chico, nos parece que la advocación de La
Asunción interviene poderosamente, para entender la ocasión que, opinamos,
propició el paso de lo prerromano a lo romano y por último al Cristianismo. Los
nombres aplicados al agua en los aledaños de esa ermita castellana nos confirman en lo vetusto del emplazamiento
por su radical indoeuropeo. El arroyo que la ciñe por el Oeste y que es captado
a un kilómetro más o menos recibe el nombre de arroyo Pedregales y, es conocido
también como arroyo Grande (radical Car, que pasa después a gar presente en
Carande, León, Granda apellido, Río Grande, Río Sequillo que pasa por Medina y
después al Este de la ermita (Esla) y otros muchos). Existe otro arroyo hacia el Norte, en un pago denominado El
Palero, (palero compuesto del radical pal). El mismo Río Sequillo tiene nombre indoeuropeo
de agua (Seiku “vaciar, escurrir”), de donde apelativos de agua, nombres
de río como Sequana (Sena) e incluso en latín siccus, seco. Existe río
Seco, afluente del Deva en Camaleño. En A. 921 consta como riuo Sicco
(VIGNAU, Sahagún). Abunda más el compuesto latino y prerromano. Dos afluentes
del Nansa se llaman Rioseco: en Puentenansa y en Celis. Río Resecu y río Reseco
(LUEJE, Cornión). Rioseco, subafluente del Nalón, en cuya margen, existe
también el pueblo de Rioseco. En Besande (Riaño existe La Fonseca, fuente
(EUTIMIO MARTINO. Nombres de Agua. Nombres de Lugar. Editorial Sorles 1996).
Posiblemente estamos ante
la cristianización de un lugar pagano, como ya adelantábamos al principio de
este estudio, la ermita se sitúa en la confluencia de dos arroyos, quizás
captados y traídos artificialmente. Se habla en la documentación de lo extremo
húmedo del sitio, problema que durante el siglo XIX será la causa de numerosas
obras en la ermita.
En otros lugares la Virgen María cristianiza
claramente, espacios dedicados anteriormente a un culto de las aguas. La
conquista romana en el país de los Vaceos y no digamos en el de Cántabros y
Astures, fue traumática, los castigos y exterminio de los castros que
ofrecieron resistencia dejaron en la memoria colectiva un poso de respeto y
miedo que seguramente paso de generación en generación (arrebato violento).
Hoy en León y Castilla el
imaginario popular, aún adscribe a los moros o al diablo muchos lugares: (Campo
del moro); castillos (castillo de los Moros); cuevas (cueva de los moros);
Calzadas (Pajar del Diablo en la vía Saliámica); (Corral de los Diablos); puentes y acueductos (Puente del Diablo). Estos “moros”
y “diablo” en muchos lugares por el acompañamiento de restos romanos nos
inclinan a pensar en un solapamiento de lo romano con la más reciente invasión
musulmana en algunos de los ámbitos denominados así. En la Asunción de la
Virgen es difícil explicar lo esencial del hecho; no murió, fue arrebatada, es
salvada para no desaparecer en la muerte como el resto de los mortales. El
sujeto asunto es salvado, se le concede la oportunidad de no ser
exterminado por la muerte, en el caso de la Virgen además, es un privilegio por
ser la madre del Hijo de Dios. Se dice
que Jaime el Conquistador fundo más de 1000 Iglesias sobre Mezquitas musulmanas
en su progresión hacia el sur, y las dedico todas a La Asunción. Lo
conquistado, es arrebatado violentamente pero de alguna forma pervive,
sustituido, formando parte de ese humus, de ese sustrato cultural que en España
se superpone generación tras generación en estos lugares privilegiados. Sería
muy ilustrativo comprobar en tantos y tantos santuarios leoneses y del resto de la península, si se repite semejante
conjunción local de indicios de la conquista romana, otros hechos guerreros y la advocación de Santa
María de la Asunción, a la manera de los que vemos en Castilviejo.
La Asunción. Retablo de Castil Viejo (Foto: Siro Sanz)
Puteus acuarum viventium