Quién de los jóvenes de Cistierna,
conoce o sabe de los antiguos oficios de: zapatero remendón, molinero, el
botero que fabricaba botas y pellejos para el vino o aceite, hojalatero, pellejero y curtidor, madreñero;
estos y otros oficios existieron en la villa, hoy, hasta la memoria de aquellos
que los practicaron se ha perdido. Sin embargo, el que busca encuentra y un
servidor tuvo la suerte de hallar a un joven de 87 años: Don Eliseo Polvorinos, con
los achaques normales de la edad pero aún en plenas facultades mentales. Su
excelente memoria rescata del olvido uno de los oficios, casi me atrevo a
denominar artesanía, practicado en Cistierna hasta principios de los setenta
del siglo que pasó. Me refiero al oficio de carrero. D. Eliseo entro como
aprendiz a la edad de 24 años en el taller de carros perteneciente a Don Gabriel Rodríguez Reyero.
Gabriel pertenecía a la extensa familia de los Reyeros documentada ya en Cistierna
en el siglo XVII. El taller se ubicaba
en la corralada que existe detrás de la Casa de los Franceses, actual
comercio de pintura y bricolaje Miguelez. A Cistierna acudían a encargar carros
los pueblos de la montaña desde Remolina, valle abajo del Río Grande, incluidos
los valles laterales del Dueñas, Corniero, Valdoré, valle de Sabero y Duerna. De
Remolina para arriba hacían los carros en Pedrosa del Rey. Los pueblos de ambas
márgenes del Esla desde Villapadierna para arriba también hacían los carros en
Cistierna. Cuenta D. Eliseo, que menos los bueyes o vacas en el taller de D.
Gabriel, se fabricaban todos los elementos que componían la estructura de un
carro, incluidas las grandes armaduras que se añadían para transportar las
mieses de trigo, centeno y cebada. Los
carros chillones, con ruedas de madera y sin llanta de hierro eran ya una
reliquia a principios del siglo XX en nuestra villa. La mejora de las
comunicaciones, sobre todo el ferrocarril, había impuesto el hierro para las
llantas, eje, corzas y buje. El hierro se traía de Cervera en barras de cinco
metros y medio. Además del taller de carros que nos ocupa, existía otro a la
salida del pueblo en dirección a Riaño, más o menos donde ahora se encuentra el
Mesón la Braña. Este taller era propiedad de D. Pedro, oriundo del Valle del
Tuejar. Los tableros, cabezales y calabaza eran de negrillo, los cambones y
radios de la rueda se hacían de encina importada de Navarra. Para fabricar las llantas
de las ruedas, primero se enderezaba la barra golpeándola sobre el yunque en
frío, después, se curvaba en una máquina. Cuando se tocaban las puntas, se
metían a la fragua y a calda viva, esto es, al rojo vivo, se golpeaba en el
yunque hasta que soldaban los extremos. Las ruedas de un carro de vacas montañés
tenían 28 Mm. de grosor y 1,20 de altura, las ruedas de los carros ribereños se
hacían con 30 Mm. de grosor, 1,35 de
altura. La caja de los carros montañeses era de 97 cm. por delante y algo más
de un metro por detrás para facilitar la descarga. Los carros montañeses eran
más pequeños que los ribereños, pero recios y fuertes, diseñados para aguantar
las tamballadas que daban por los caminos empedrados que recorren todo el
territorio de la Cantabria Leonesa. El cubo o maza, también denominado
calabaza, donde iba colocado el eje del carro, se cortaba de un tarugo grueso
de encina y tenía unas 13 pulgadas. Después de torneado, se le colocaban dos
anillos de hierro. Los agujeros para los radios se hacían también en el torno.
El cubo se dividía en 14 radios para la montaña y 16 para la ribera. Después,
debía cocerse en una caldera de agua durante unas dos horas, mediante este
procedimiento, la madera del cubo se ablandaba e hinchaba, quedando lista para
meter los radios. El cubo así dispuesto quedaba inmovilizado en un potro y se
comenzaba a colocar los radios. Cuando la madera secaba, los radios quedaban
fijos y prietos. La circunferencia de la rueda sobre la que se montaba la llanta
de hierro se hacía con cambones de madera. Había distintas plantillas para los
cambones, grande para la ribera y más pequeña para la montaña. La
circunferencia de la rueda del carro montañés se hacía con 7 cambones y en cada
cambón se metían 2 radios, por lo tanto la rueda tenía 14 radios. La
circunferencia de la rueda del carro ribereño tenía 8 cambones, a dos radios por cambón, 16 radios. Los
carros de Cistierna, límite de la ribera donde la montaña comienza
abruptamente, se hacían invariablemente con 14 radios. Las corzas de hierro que
tenían la función de elevar la mies, hierba o leña por encima del lomo de las
vacas, se fabricaban en el mismo taller con varillas de hierro de 16 Mm. de
grosor. Las corzas iban en la delantera del carro y se sujetaban por arriba en
los tableros, por bajo en la vara del carro. El montar la llanta de hierro
sobre la rueda era una labor complicada. Para ese menester el taller contaba
con un horno dispuesto en el suelo, armado con raíles de hierro que adoptaban
la forma de la rueda para no deformar la llanta. La cavidad se llenaba de leña
y se encendía el fuego, sobre el cual se colocaba la llanta, cuando ya estaba dilatada
a fuerza del calor, se sujetaba mediante grifas para colocarla sobre la rueda.
Inmediatamente se metía a un pozo con agua para que no se quemase la madera y a
la vez quedase bien ajustada, prieta y tirante.
Un carro completo se tardaba en
hacer más o menos una semana. Después de terminado se le daba una mano de minio
para cerrar los poros de la madera, inmediatamente se procedía a pintarlo de
rojo y azul. El carro completo costaba entre 7000 y 8000 pesetas, que viene a
equivaler a 50 euros actuales. Cuando el comitente conservaba las ruedas, el
carro se encargaba sin ellas y valía unas 3000 pesetas. Los tratos se hacían
siempre de palabra, y el respeto a la misma era sagrado. En cierta ocasión el carrero
de Pedrosa del Rey, D. Santiago Martínez, pidió a D. Gabriel que mediase para cobrar un carro a
un carnicero de Cistierna que no quería pagar lo ajustado, el bueno de Gabriel
consiguió que Santiago cobrase lo que se le debía después de reconvenir al
carnicero con graves y sensatas razones. El carro de caballerías ostentaba dos
varales para uncir el macho, burro o caballo y era más barato que uno de
vacas. Cuando los encargos del Valle del
Dueñas, Remolina, Crémenes estaban terminados, los labradores bajaban caminando
a Cistierna con la pareja de vacas. Tras una pequeña robla se hacía el pago,
uncían los animales y regresaban con el nuevo carro a sus pueblos de origen.
Los pueblos se honran con el recuerdo, la memoria del esfuerzo y trabajos
de sus antepasados, vaya por lo tanto nuestro
reconocimiento a Don Eliseo Polvorinos, patriarca de una extensa prole, natural
de Calaveras de Arriba, vecino de Cistierna, artesano de la madera, fabricante de carros
montañeses y ribereños, además de excelente carpintero en la villa durante los
duros años de la posguerra española.
El taller de carros. A la
derecha con boina y mano sobre la taladradora para barrenar el hierro posa D.
Gabriel el Carrero y a la izquierda delante de la mesa de cepillado el joven D.
Eliseo que entró con 24 años para aprender el oficio. (Foto: Gentileza D. Luisa
Polvorinos).
El taller se ubicaba detrás de la
Casa de los Franceses, ahora comercio de la familia Vazquez Escudero. Al fondo
se observa el portalón que daba paso al taller. En la corralada vemos carros,
ruedas y madera sin devastar. En primer término sujetando el ronzal del caballo
vemos a D. Chencho Muñoz, carnicero de la villa. Detrás sentado en un carro a
medio terminar vemos al empleado Julian Gorostieta de Valmartino. Al fondo
sentado en el varal del carro posa D. Eliseo con dos niños. Desconocemos el
nombre de la persona situada a la izquierda en un carro con cuatro niños. La primera puerta a la izquierda era la casa de Don Gabriel Rodríguez el Carrero. La segunda casa era la vivienda de D. Martín Argüelles y Doña Eusebia Tejerina. Al fondo sobre el taller la casa de D. Laudelino(Foto
Gentileza Doña Luisa Polvorinos, el autor de la misma es D. Dalmacio Callado un
excelente fotógrafo merecedor de un estudio completo de su obra).
La foto fue realizada hacia 1968 por el
fotógrafo cisterniego D. Dalmacio Callado, en la calle P. Isla, justo a la salida del
taller. El carro recién pintado acababa de ser entregado al propietario. Es un
carro ribereño con rueda más grande que los montañeses y 16 radios, valía unas
8000 pesetas. Observen el detalle de las melenas de piel de perro sobre
la testuz de la pareja de vacas, también las roscas de baño en los cuernos como signo de celebración por el estreno. (Foto: D. Dalmacio Callado. Gentileza de Doña
Luisa Polvorinos).
Carro montañés de 14 radios frente al
taller de D. Eliseo Polvorinos. La pareja de vacas ostenta sobre la testuz melenas de cuero. Divisamos al fondo, el nogal que existía frente a la iglesia vieja de
Santa María, fue talado hacia 1967; el arboricidio es una constante en el Ayuntamiento de Cistierna . Detrás del árbol vemos un edificio con la puerta abierta, era la sede del Frente de
Juventudes donde se cantaba con el brazo en alto aquello de: "prietas las filas recias marciales", ahora se levanta allí la Biblioteca Pública de Cistierna, futura sede del Instituto Bíblico y Oriental. Tras el edificio se distinguen las únicas casas entonces existentes: la de Don Ángel Cuesta y Don Ernesto García. (Foto Dalmacio Callado: Gentileza Doña Luisa
Polvorinos)
Vehículos de tracción animal
como este carro montañés coexistían en los años cincuenta con los escasos vehículos de motor que circulaban en Cistierna. La foto fue realizada en la actual calle Doctor Rivas. Al fondo
tras la huerta, divisamos el comercio de los Montañeses que era la Casa del Pueblo durante
la república y frente a los Montañeses la casa la Tía Castaña una señora muy salada. (Foto: Gentileza
Doña Luisa Polvorinos)
En el taller de Cistierna
también se fabricaban carros de caballos. La foto fue realizada en la plaza del
Ayuntamiento. Los dos carros de caballos seguramente son los de Don Florencio y don Luis Bernardo transportistas hasta los años setenta, también lo fue por algún tiempo Don Pepe el Chato hijo de la Señora Casilda y cuñado de Florencio. Detrás del carro vemos la casa del empresario minero D. Esteban
Corral, a la izquierda el comercio de Don Bernardino Valbuena que en paz
descanse. (Esta foto como las anteriores creemos que fueron realizadas por D. Dalmacio Callado, padre de Sarita Callado Sagüillo, que actualmente llora ausencias de Cistierna en Tenochtitlan; gentileza
de Doña Luisa Polvorinos
Armazón de carro montañés perteneciente al
autor del blog, conservado en la huerta como una reliquia del pasado familiar.
Se mantiene la calabaza pintada de azul, el eje, radios y varal. (Foto: Siro
Sanz)
En su final, los restos de este
carro montañés de 14 radios, aún conserva un no se que de su prestancia
original. (Foto: Siro Sanz)
Don Eliseo Polvorinos que no puede estar quieto, posa
ante una maqueta a escala de carro montañés, fruto reciente de su afición por el
trabajo de la madera. Observen sobre el varal el freno, artilugio muy necesario en los carros de la montaña, no así en los de la ribera. (Foto: Gentileza D.Luisa Polvorinos)
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