Hace poco tenía la suerte de
conocer Vitoria gracias al Instituto Bíblico y Oriental que, desde su sede
cisterniega me enviaba a esa hermosa ciudad para impartir una conferencia en la
sede del la Facultad de Teología radicada en el Seminario Diocesano, lugar donde
fui maravillosamente acogido por su Rector: R. P. don Luis Mari
Goikoetxea. El Seminario Diocesano se alberga en un edificio notabilísimo, obra
del sacerdote y beato natural de Valmaseda: R. Pedro de Asúa y Mendía. En la visita
turística a la ciudad hizo de improvisado guía el R. P. don Antonio Badiola, vasco de la Montaña Alavesa,
tierras que ya casi miran a la Rioja. El P. Badiola resume en su persona el genio
que ha hecho grande a su raza: hospitalidad, solidaridad, optimismo, sencillas costumbres,
bonhomía y espiritualidad explosiva. En
su coche, me mostró el urbanismo de una ciudad construida con sentido común y
escala humana. Un imponente cinturón verde la circunvala e integra en la
naturaleza sin apenas transición perceptible. Son notables los parques de:
Salinillas del Buradón (sí como el Buradone montañés de Burón en León),
Armentia, Lasarte, Olarizu, el enorme de Salburua, Gamarra y Zadorra. Ciudad bien
dotada de infraestructuras sociales como los: “Centros Cívicos” algo
desconocido para los que venimos de la meseta. En esos centros, los vitorianos
gozan de piscinas climatizadas, además de otros insumos culturales y deportivos
al alcance de una módica tasa anual, nada que ver con los clubes privados de la pretendida "burguesía leonesa" tan casposa como los exclusivos clubes que
frecuentan. El centro histórico de Vitoria, es homogéneo, vistoso y bien
cuidado. El caserío muestra al exterior galerías acristaladas y se agrupa en
torno a la colina de Gasteiz donde tuvo origen la ciudad allá por los siglos VII-IX. Desde la plaza de la Virgen Blanca
donde se levanta el monumento a la batalla de Vitoria durante la Guerra de la
Independencia, se disfruta una de las mejores vistas del núcleo más antiguo de
Vitoria. Se elevan escalando la primigenia colina, sobre los edificios civiles,
las cúpulas y campanarios de las iglesias de San Vicente Mártir y San Miguel
Arcángel, misterioso titular que aparece siempre en lugares donde hay memorias
de guerras antiguas; corona todo el conjunto la Catedral de Santa María. La
catedral si la comparamos
con las del Reino de León: Astorga, Zamora, Toro, Salamanca o Ciudad Rodrigo, León, es modesta en tamaño, arte y riqueza de ornamentos, sin embargo, desde hace años y debido a las obras de
restauración, la Catedral de Santa María se ha convertido en un referente
mundial de cómo se deben hacer las cosas relacionadas con el arte, la historia
y la cultura. La frase: “abierto por
obras” resume el carácter ingenioso de los vascos. En Castilla y no digamos
en el Reino de León, las obras de restauración de monumentos religiosos y
laicos suponen el cierre a cal y canto durante años y lustros. En la catedral
de Vitoria se visitan las tripas del edificio entrando a una cripta por la
Calle Cuchillerías, lo que faculta asistir a la génesis de la ciudad y del
monumento religioso. Y si esto fuera poco, se asciende más tarde hasta el
triforio, en él se disfruta de una perspectiva insólita de la nave central y el crucero, de allí se deambula hasta el paso de ronda para culminar por una escalera circular de madera a lo más alto de la
torre atalaya, que nos permite mirar la
ciudad como la vieron los ojos de los constructores de la iglesia catedral.
Cuando vemos ésto: la restauración y excavación, convertidas en sí mismas en un
atractivo turístico, nos admiramos de las criptas y excavaciones del pasado
romano en la ciudad de León, desconocidas, olvidadas, imposibles de visitar:
anfiteatro, principia, cripta junto a la catedral etc. Me comentaba el P.
Badiola que en algunas ocasiones han visitado la ciudad alcaldes de Escandinavia
y Finlandia para conocer in situ cómo
se hacían ciertas cosas, no estaría mal que diesen un vuelta por allí los
alcaldes de Celtiberia para unificar criterios urbanísticos en sus ciudades y
territorios, para integrar naturaleza con paisaje urbano, para que se respete
el pasado histórico aún actuante en las ciudades de la meseta, para que las
excavaciones arqueológicas dejen de ser el jardín privado y secreto a mayor
gloria de los arqueólogos. En fin.., decían los franceses que: “África comienza
en los Pirineos”; después de lo visto y admirado en Vitoria creo que la raya
con el continente africano hay que bajarla un poquito más al Sur, más o menos al
Pancorbo. En fin..., me imagino que algunos meseteños seguirán
identificando a los vascos con el loco Lope
de Aguirre, el racista Sabino Arana o los viles asesinos de la ETA, un servidor se
queda con San Ignacio de Loyola, Unamuno, Julio y Pio Baroja, José Miguel
Barandiarán y otros muchos que harían la lista interminable pero
ilustrativa de lo que el gran
pueblo de los vascones significa para España.
Monumento a la Batalla de Vitoria en la Plaza de la Virgen Blanca (Foto: Siro)
En el comienzo del cerro de Gasteiz se alza la iglesia de Arcángel San Miguel, misterioso titular que siempre aparece en lugares donde se guarda memoria de hechos guerreros antiguos. (Foto: Siro)
En fraternal ágape con los sacerdotes que habitan el seminario alguno de ellos de nación chilena, de la India, otros de Costa de Marfil y Rumanía, preside el Rector: Reverendo P. Don Luis Mari
Goikoetxea. (Foto: Siro)
Torre de la Catedral de Santa María, delante de ella aparece una buena muestra de la edilicia vitoriana del siglo XIV. (Foto: Siro)
Desde la torre atalaya de la Catedral de Vitoria se disfruta una perpectiva inmejorable de la ciudad y los montes que la rodean, al fondo la iglesia de San Miguel. (Foto: Siro)