Un año más comienza la Cátedra de Historia en el
Instituto Bíblico y Oriental en Cistierna sobre temas
interesantes que atañen a la historia de la Montaña de Riaño. La tradición oral
conservada en estos valles de la Cantabria leonesa corre el peligro de
desaparecer por completo, sobre todo por la desaparición de los transmisores, y
es que la despoblación que sufre nuestra comarca significa no solo la
extinción de la vida humana de los pueblos y villas, también trae
aparejada la desaparición de nuestra cultura e historia. Las leyendas
conservadas en la tradición no son creadas por la imaginación desbocada de
ciertos individuos, esas leyendas contienen hechos históricos auténticos que mediante
la tradición oral han pasado sin interrupción de una generación a otra. El
vehículo transmisor de esas leyendas y su reservorio histórico ha sido la jila o
jilorio, aquellas reuniones invernales al calor del llar de una cocina, en
el pajar o incluso en algún establo donde ancianos, mujeres, hombres y
niños compartían trabajos, penas y alegrías; todo aquello que conformaba la
vida material y sobre todo espiritual de nuestros antepasados, siempre pensando
en la comunidad, tan alejados del individualismo feroz que actualmente mueve
nuestros afanes, convirtiendo nuestras almas en desiertos insolidarios e
insensibles, llenas de penuria vital.
Las tradiciones así conservadas
deben ser explicadas y vinculadas al trabajo de campo para limpiarlas de la
ganga y las adherencias que el cauce público, los hablantes, han añadido
durante siglos, alterándolas, alejándose de la fidelidad del primer momento
cuando el hecho histórico da comienzo. Pues los hablantes tienden a añadir
otros elementos y detalles por la necesidad de hacer entendibles esos conceptos
a generaciones ya muy alejadas del hecho primigenio. En este curso se tratarán
algunas tradiciones que dan luz sobre hechos acaecidos durante tiempos
prerromanos, la conquista romana, la posterior romanización, la Alta Edad Media
y alguno de sus episodios más relevantes, como fue la resistencia de nuestros
antepasados y del caudillo cántabro Pelayo durante el periodo de la invasión
musulmana.
El Gorgollón de Tejerina. Casi en la vertical de la cascada, según la tradición local, en este lugar los antiguos ofrecían sacrificios humanos cuando la luna asomaba por el ventanal de Peña Horada (u Horacada). (Foto: Siro Sanz)
La Peña Horada marcaba el inicio de los sacrificios humanos. La Tradición no precisa más; en particular. a quién se ofrecían las víctimas, posiblemente al genio de las aguas de la cascada, o tal vez a la luna, el dios innominado del que habla Estrabón (III,4,16) o quizás a una y otra. (Foto: Siro Sanz)