Para conocer cómo era la Semana
Santa hace cien años tenemos el estimable testimonio de D. Antonio de Valbuena, referido a la
celebración de tan importante evento del calendario litúrgico católico en
Pedrosa del Rey, extensible a otros pueblos del ámbito de la Montaña de Riaño.
El primer preparativo de la Semana Santa era la traída de los ramos, de la cual
se encargaba el mayordomo de la iglesia, que acudía a un acebal para cargar un
carro de vacas con ramas de acebo para toda la feligresía, los sobrantes se
guardaban al servicio de la siguiente cuaresma cuando ya bien secos se quemaban
para el miércoles de ceniza. Los ramos se colocaban en el lado de la epístola y
allí se repartían para luego salir el Domingo de Ramos en procesión circular en
torno al templo acompañados por el repique y volteo continuo de campanas, el
sacerdote vestido de morado bendecía los ramos y entonaba la antífona: Pueri
hebreorum.
El miércoles por la mañana se armaba el monumento que tapaba el
altar, los pueblos como Pedrosa, Yugueros, Lois, Cistierna que contaban con hermosos
monumentos de lienzos sobre sargas pintadas lo montaban en un momento, aquellos
que no lo tenían lo hacían con sábanas, colchas y mantones en una operación más
larga y dificultosa. Los monumentos en lienzos de sarga se decoraban con
motivos del juicio de Jesús ante Pilatos, soldados romanos, la crucifixión, los
símbolos de la pasión y Jesús yaciente junto a S. Juan y María. Al oscurecer
del miercoles, acudía todo el pueblo tras el toque de una
campana a las tinieblas. Se contaban una a una las luces del teneblario que se
iban apagando, al llegar al Benedictus
quedaban apagadas todas las velas, menos la María o vela superior que entonando
el Miserere
se retiraba a la sacristía, quedando la iglesia en absoluta oscuridad. El
sacerdote seguía cantando Miserere mei, Deus… se le respondía:
Secundus
mágnum misericordiam tuam, cuando sonaba la última palabra: vitulos, se echaba todo el mundo a tocar
desaforadamente las carracas y matracas durante tres minutos. Hasta que no
salía de nuevo la Maria de la sacristía no cesaba el estruendo. Me contaba mi tía Ascensión Arraya Alonso natural de Quintana de Hormiguera pero que vivió toda su vida en Cistierna que cuando era niña se usaba en los pueblos de la Cantabria Leonesa la siguiente broma durante las tinieblas, algunos rapaces aprovechando el momento de mayor estruendo producido por las carracas y matracas, sacaban una piedra y un clavo que llevaban escondido, con sañuda energía enclavaban sobre las tablas de la solera del templo las sayas de algunas mujeres que sentadas en el suelo sobre un cojín seguían las ceremonias, pues los bancos y sillas aun eran cosa bien rara en las iglesias y en muchas casas, que los españoles hasta entonces se sentaban a la morisca, vamos..., en el santo suelo; la broma ocurría cuando las pobres paisanas se levantaban enseñando las enaguas o caían de culo debido al fuerte tirón. El Jueves Santo, los labradores
aprovechaban parte de la mañana para trabajar, después ya no trabajaba nadie. A
las doce tras el toque acostumbrado se acudía a misa que se celebraba en un
retablo lateral pues el principal estaba cubierto por el monumento. Al terminar
la misa los vecinos más respetables cogían las varas del palio y se trasladaba
el Señor al monumento, durante la breve procesión de traslado se cantaba el Pange
lingua y el Sacris solemniis, llegando al monumento al momento de incensar
se cantaba el Tantum ergo. La tarde del Jueves Santo se empleaba en visitas
continuas a la iglesia y en rezo del Vía crucis o calvario largo que ponderaban
los dolores del Señor en la cruz. El Viernes de mañana se hacían los oficios. Acabados los oficios se deshacía
el monumento. Por la noche como en las anteriores: las tinieblas. El Sábado se bendecía la Pila, se
bautizaba el Cirio Pascual y se hacía la lumbre nueva en el pórtico encendiendo
la yezca de ramos del año anterior
con las chispas de la piedra golpeada por el eslabón. Con la nueva lumbre se
encendía las lámparas y el Cirio y las Tres Marías y se cogían de ella brasas
para el incensario. Se empezaba la misa poco antes de la media noche y al
momento de entrar el Domingo se cantaba el Gloria con acompañamiento de
esquila y volteo incesante de campanas. Después de misa se cantaba solemnemente
el Aleluya.
En ese momento el mayordomo iba al coro bajero y desde la pila bautismal hacía
el reparto del agua bendita a persona por casa. Por allí desfilaban desde las
mejores vasijas plateadas de los ajuares femeninos hasta el humilde jarrón de
barro rojo. En llegando a casa el hombre o mujer de más respeto utilizando como
hisopo una ramita del ramo bendito, asperjaba dormitorios, cocina, bodega,
cuadras, corrales, árboles, animales y personas renovando todo en el día de la
resurrección de Jesús siguiendo el consejo de de San Pablo y pronunciando la fórmula:
Expurgate
vetus fermentum…, pues por nosotros se ha inmolado Cristo. Existían en
algunos pueblos como por ejemplo Yugueros durante el siglo XVIII y XIX, cofradías
que organizaban procesión con
disciplinantes delante de una imagen muy venerada, la fuerza con la cual se
azotaban era en ocasiones tan extrema que los obispos advertían más de un vez
para disminuir aquellos rigores. Estaban aquellas modestas Semanas Santas de
nuestros abuelos llenas de un universo de significados y simbolismos; imágenes
y alegorías que conectaban sin miedos ni cauciones la vida y la muerte. Las
asociaciones connotativas más el soporte
de las imágenes y los textos sagrados a los cuales estaban acostumbrados y
educados nuestros antepasados desde niños les permitían sin esfuerzo comprender
el misterio de aquellos misterios con una especie de racionalismo simbólico que
penetraba en el mundo de más allá. Ninguno de ellos confundía adoración
idolátrica de las imágenes con la piadosa
veneración. Se piensa hoy día que todo aquel mundo simbólico no era más que
atraso y opresión, cuando así se opina llegamos a comprender que el presente
tan confuso, caótico y despojado de aquel profundo conocimiento simbólico es el
justo premio para los que pretenden hacer tabula
rasa del pasado espiritual de los pueblos.
Bibliografía consultada:
Don Antonio de Valbuena:
Recuerdos.
Libro de fábrica de la Parroquia
de Yugueros. A. H. D. L
Tradición Oral: Doña Ascensión Arraya Alonso (Quintana de Hormiguera)
Tradición Oral: Doña Ascensión Arraya Alonso (Quintana de Hormiguera)
Restos del hermoso Monumento de Yugueros que pendiente de restauración, duerme el sueño de los justos en el coro bajero de la iglesia parroquial. Estos lienzos pintados del tamaño del retablo cubrían el altar desde el Miercoles hasta el día de Viernes Santo. Se conserva otro de gran tamaño y valor, acumulando humedad y polvo en la iglesia de Lois. Nadie se duele por la suerte que corren estas sencillas muestras del arte religioso popular. (Fotos: Siro Sanz)