Buscar la verdad histórica sobre las repercusiones fatales de la reforma protestante contra los católicos en Europa del Norte, no significa ir contra el ecumenismo, ni desprestigiar a los protestantes. Simplemente emprendemos el camino de la veracidad, indagar hasta qué punto la reforma protestante fue tolerante, hasta dónde respetaba su propio principio de libre examen y si tuvo sus propias inquisiciones. Y la verdad que columbramos de esos convulsos siglos nos presenta un mundo protestante empeñado en destruir una Iglesia que tenía 1500 años, intentaban sustituirla por un credo nuevo, errado y revolucionario, impuesto mediante un impulso fundamentalista atroz y sectario que exterminó con saña criminal: monasterios; abadías; catedrales; iglesias; a los católicos y sus ministros, obispos y sacerdotes de Escandinavia; Inglaterra, Irlanda; Paises Bajos; parte de Francia, Suiza, Alemania etc.
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