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martes, 9 de abril de 2013

PRESENTACIÓN DEL LIBRO LOS MARQUESES DE PRADO. SU SEÑORIO EN VALDETUEJAR, LA GUZPEÑA, LOS URBAYOS Y ANCILES. DÍA 27 DE ABRIL A LAS 19:30 EN LA SEDE DEL INSTITUTO BÏBLICO Y ORIENTAL DE CISTIERNA (Salón Parroquial. Calle Francisco Valbuena)



El historiador montañés Don Ramón Gutierrez, insigne maestro de generaciones de Prioreños y veterano colaborador del la Revista  Comarcal de Riaño, presentará el día 27 del corriente en la sede del Instituto Bíblico y Oriental de Cistierna su última obra, una revisión documental del señorío de los Prado.  Obra básica e imprescindible para entender los procesos del feudalismo y el señorío laico en la Montaña Oriental Leonesa. Desde Peñacorada hasta los puertos con Asturias se extendió el gobierno de los Prado que  ahora Ramón Gutiérrez mediante una improba labor investigadora ha rescatado de las nieblas del pasado. La épica lucha de los concejos montañeses contra la todopoderosa familia de los Prado. No se pierda este acto de homenaje y exaltación de los venerables concejos de la Montaña Oriental Leonesa. 

INTERVIENEN: Ramón Gutiérrez Álvarez, historiador y autor de la obra.
                             Aurelio Rodríguez Puerta, poeta y cronista del apocalipsis montañés.
                             Siro Sanz García, historiador.





Escudo de los Prado (Santuario de la Virgen de la Velilla. La Mata de Monteagudo)

Palacio de los Prado de Renedo de Valdetuejar


LOS CANTABROS Y EL VINDIO. CONFERENCIAS EN EL INSTITUTO BIBLICO Y ORIENTAL, SEDE DE CISTIERNA. Eutimio Martino Redondo - Siro Sanz García




Viernes 12 de abril a las 19:30 conferencia del ciclo la PROTOHISTORIA DE LA MONTAÑA ORIENTAL LEONESA



Amplia disertación sobre la entrada de nuestra tierra en la historia de occidente. Las legiones romanas entran por la garganta del Esla y del Cea. Los cántabros en una cruenta guerra de guerrillas montañera, desde Peñacorada hasta Valdeburón rendirán uno a uno los castros frente el poderío militar romano. En Valberga (Burón)  presentan la única batalla campal  (Bérgida), para retirarse inmediatamente al Monte Vindio (Picos de Europa). Allí en la Peña Sacra ofrecerán el supremo sacrificio de la vida ante la imposibilidad de derrotar a la gran potencia militar romana. Dramática y grandiosa la historia de los cántabros uno de los pueblos antiguos que habitaban lo que más tarde sería el núcleo primigenio del glorioso Reino de León. 



Vadinia en el mapa de Ptolomeo, siglo II d C.

martes, 2 de abril de 2013

EL AGUASALIO: FÓSIL DE LA TOPONIMIA Y BELLEZA NATURAL DE CISTIERNA Eutimio Martino-Siro Sanz



El Valle del Aguasalio se perfila al Este de la villa de Cistierna, entre el Murrial y Peñacorada. Da comienzo abruptamente en Campo el Valle y termina bruscamente  al Norte cortado por un escarpe rocoso que le une a Peñacorada, un poco más abajo de las ruinas del castillo donde da comienzo el pinar.
Paralelo al camino que asciende hacia el castillo, corre un reguero que sólo llena en épocas de deshielo  y durante las lluviosas primaveras. La riega se origina en la ladera Oeste del primer pico de Peñacorada, pico frontero que da cara a la villa. Baja despeñándose sonoro entre el pinar, para caer al Aguasalio en hermosa cascada temporera junto a la Cueva la Nevera. Arroyo y valle reciben el mismo nombre: Aguasalio.
El nombre es un híbrido latino y prerromano: Aqua-Salia.
Mela llama flumen, "río" en latín al Salia, refiriéndose al Sella en la costa (3,1,18). Hacia el año 1005 figura en Sajambre como rivulo Selia (Martino). En 1052, a la vez que flumen, se le llama genéricamente aqua de Selia (Larragueta). El hablante latino utiliza el nombre aqua que da agua en castellano, para denominar un Salia o Selia que no comprende, pero que intuye que viene a significar río.
El nombre Aguasalio no es extraño en la Montaña Oriental Leonesa. Contamos con éste de Cistierna; el Aguasalio de Fuentes de Peñacorada; un Aguasalio en Aleje, lateral a Pico Moro por el Oeste; en la vertiente Oeste del Moro, existe el Pico Aguasalio de Argovejo; los Aguasalios de Vegacerneja; en el Libro de la Montería (siglo XIV) "el Aguasalio de los montes de Acebedo"; Altos de Aguasalio  en Portilla de la Reina. En Cistierna, como en otros lugares donde aparece Aguasalio, figura como nombre de lugar, visto lo que significa tanto Salia como aqua, sólo puede justificarse por la presencia de agua que pasa a denominar la cuenca entera o el valle donde se origina esa agua.
No deja de asombrarnos la belleza del Aguasalio de Cistierna, tan agreste, salvaje y pura. Un lugar poco frecuentado pese a su cercanía al núcleo urbano de la villa. Desde aquí animo a mis atribulados paisanos para que visiten a pie (no en moto ni cuad como hacen los rompepraos) éste extraordinario paraje, el silencio y la naturaleza invitan a la introspección y contemplación sanadora. En la lluviosa primavera del año del señor de 2013, el arroyo Aguasalio se derrama con grandioso aparato de aguas golpeadas y espumosas para salvar el salto de la Cueva de la Nevera. ¿Cuánto durará la agreste hermosura del Aguasalio y su antiguo camino en un municipio como el de Cistierna, donde el arboricidio y las pistas terreras  son connaturales al consistorio?

 El Valle del Aguasalio desde la ladera del Murrial. (Foto Siro Sanz)

 Vista del Aguasalio aguas abajo. Al fondo la vega del Esla. (Foto Siro Sanz)

 Cascada que llena durante los temporales de invierno o lluviosas primaveras. (Foto Siro Sanz)

 La cascada salva un fuerte desnivel precipitándose al valle entre las blancas calizas de Peñacorada.
(Foto Siro Sanz)

lunes, 1 de abril de 2013

SAN GUILLERMO DE PEÑACORADA. APUNTES HISTÓRICOS SOBRE LA GRUTA (Artículo publicado en el Revista Comarcal de Riaño) Siro Sanz García


 
La utilización de las cuevas como espacio mágico de culto y contacto con las fuerzas telúricas de la naturaleza ha sido una constante en la historia de la humanidad. El arte parietal paleolítico nació en su interior y, era una forma de adueñarse anímicamente de la caza, su ubicación en lo más recóndito de las grutas naturales no es casual. En estos apartados lugares los chamanes contactaban y hacían propicios a los espíritus de los animales, antes de comenzar las batidas que alimentarían al clan.
La cercanía al agua, necesaria para los ritos de purificación, tampoco parece casual en estos ámbitos, sobre todo, en lo que atañe al mundo grecolatino que consideraba a las cuevas como morada de las divinidades subterráneas y aun de las infernales.
Famoso por sus oráculos durante la antigüedad fue el santuario de Apolo en Delfos, allí, como no, la cueva y el agua eran elementos indispensables. Las visiones venían a la Pitia, adivina y sacerdotisa de Apolo en el interior de una gruta recreada, por donde corrían las aguas de la fuente Castalia. Entre otras grutas sagradas del mundo clásico cabe mencionar la del monte Dicteo, donde se creía haber nacido Zeus y, las dos de la falda septentrional de la Acrópolis de Atenas consagrada una a Pan y otra a Febo.
Para los íberos el escoger cuevas como espacios de culto era algo habitual, ejemplos de ello tenemos en la Cova de les Encantades en Mataró (Barcelona), y en la Cueva Negra de Murcia utilizada como lugar de culto incluso en época Romana (AQUA ROMANA. Fundación Agbar, 2005).
En León no podemos dejar de mencionar las misteriosas grutas artificiales de Villa Moros de Mansilla, llamadas las dos gemelas debajo de Lancia "Los Ojos del Moro" y un poco más al norte otras tres de semejantes características, nombradas por los lugareños Cuevas del Castro de Villasabariego, todas ellas miran a la vega del Porma, margen izquierda, que aquí se dirige hacia la llanura.
En la vega del Esla, margen derecha, existen otras, las del Moro, cerca de Valle de Mansilla y las de la cuesta de Santa Marina en Villa Contilde. Algunos autores les adjudican a todas ellas la función de eremitorios desde el bajo imperio romano y durante las invasiones germanas, aunque la proximidad a la vía I del Itinerario de Antonino las hace poco apropiadas para estar habitadas en este último periodo y en los tiempos de la dominación árabe. Las calzadas romanas que en aquellos tiempos estarían como recién estrenadas fueron utilizadas como vía de penetración, por todos esos pueblos invasores. La tranquilidad y retiro buscado por los eremitas, a buen seguro durante siglos fue inexistente en estas grutas, por otra parte tan visibles desde las vegas del Esla y Porma. El apelativo de "Cuevas de los Moros" para muchas de ellas no es más que un trasunto de lo Romano, solapado en la memoria colectiva por el hecho más reciente de la invasión musulmana. Si alguna vez fueron morada de eremitas pudo ser acaso en los siglos VI-VII cuando el reino de los Godos en Hispania se dirigía a su fin. Don Aurelio Calvo, maestro de historiadores, insigne estudioso de todo lo referente a la ribera del Esla a principios del siglo que paso, pudo observar en ellas grabados que representaban a seres humanos y animales, en un estilo esquemático y grácil, grabados que hoy por desgracia han desaparecido (AURELIO CALVO. El monasterio de Gradefes) .
La utilización de cuevas como eremitorios en la España musulmana y en el Islam norteafricano fue bastante habitual. Los místicos musulmanes, los Sufies, imitaron las privaciones y ascetismo de los monjes cristianos que conocieron en el Egipto Copto, Siria y Líbano. Famoso en Andalucía fue el eremita Abd Allah Ibn Faris que vivía en una cueva de Málaga.
En Marrakech (Marruecos) dos de sus santos patronos habitaron las cuevas de Yibal Geliss, una pequeña mota rocosa en las proximidades de la medina.
En la primavera de 1999 visité la colina de Gelis, una roca pelada de unos 400 metros de altura que emerge del palmeral en el que se encuentra la populosa medina de Marrakech. El contraste entre la sequedad de la colina y el verdor del oasis impresiona al visitante y le hace pensar en los motivos de semejante elección, por Sidi Abd el Abbas y Sidi Abd el Assis que, buscaron en este lugar sólo apto para la cobra y el alacrán, la santificación y el sentido de la vida y muerte.
 Muu cerca de la cima, en la ladera este de la colina de Gelis, se abren unas pequeñas cuevas que miran a la puerta de Bab Dukala, entrada a la gran medina de Marrakech por el suroeste. En estos abrigos rocosos, los dos ermitaños se santificaron y despreciaron la vida mundana de la ciudad que se extendía a sus pies. Los Marraqhsies aún guardan el recuerdo de estos dos santos y les celebran como santos patronos en el Musen (romería) de agosto. Importante y muy visitada es la tumba de Muley Ibrahim a unos 70 kilómetros de Marrakech, en el Gran Atlas. El lugar donde habitó el santo se alza sobre un río, y se asciende hasta allí por un tortuoso camino entre peñas. Arriba a unos 500 metros sobre el wadi, una blanca construcción abovedada destaca entre el ocre del paisaje y el verde oscuro de los cedros, junto a la Kubba (ermita) del santo se abre la cueva de Rahga, donde una fuente mana con tal fuerza que la exurgencia ha sido cubierta en parte por una pesada piedra de molino, de ahí su nombre de Rahga. En esta cueva las mujeres se bañan y toman las aguas en una especie de rito de purificación para pedir la baraca (bendición) y fecundidad, como exvoto dejan en la ermita sus cabelleras, telas de color verde y luminarias de cera.
En las dos religiones del libro la cueva, la gruta, constituye esa tumba previa, donde el hombre muere a los placeres del mundo y los trasciende para salir renovado, resucitado a una vida nueva y más espiritual. La gruta de Belén es el inicio de la salvación cristiana y la cueva artificial en el campo de José de Arimatea la conclusión victoriosa de la pasión salvadora de Jesús resucitado. La gruta de San Guillermo en Cistierna participa de este acerbo cultural y su prolongada historia la convierte en una importante seña de identidad para los cisterniegos. El eremitorio consta de dos partes bien diferenciadas: un abrigo natural bajo un raigón de caliza que parece haber sido agrandado separando las diaclasas de la caliza por presión. Al fondo, a una altura de más ó menos metro y medio, un vano en la pared rocosa da paso a una pequeña cámara en alto, esta cámara del todo artificial y, excavada en la pura roca. El techo busca o imita la forma abovedada y en las paredes este y norte se han practicado unas repisas que pudieron servir de tosco altar, sobre todo la que esta orientada al este.
Los orígenes seguramente son prehistóricos, algunos restos de industria lítica aparecen en el talud del arroyo de la Fuente de la Mata, por debajo de los muros de contención de la explanada frente a la ermita. El abrigo rocoso pudo servir de refugio a pequeños grupos familiares protohistóricos, que tenían aquí una atalaya extraordinaria sobre la vega del Esla para vigilar el paso de las migraciones estacionales en la cuenca del Esla. La ocupación de la misma en el periodo visigodo no nos consta, es solo a partir del 874 cuando la comarca entre Peñacorada y Riaño comienza a ser poblada por mandato de los reyes astures, éstos instan a la nobleza local para que tome posesión y refuerce los castillos de Aguilar, Fuentes, Santaolaja, los Torrejones de Valmartino y el Murrial de Cistierna. La cerámica incisa a peine, de color grisáceo, que aparece en superficie en estos venerables castillos nos remite al siglo IX, X y XI. En el siglo X florecen alrededor de Peñacorada algunos monasterios como el de Santa Juliana, San Vicente, San Andrés, San Facundo, San Martín de Tuejar, Santo Tomé de Peñacorada y Santos Facundo Primitivo y Cipriano en Cistierna que aparece documentado en el siglo siguiente pero de fundación más antigua, como muchos otros, aguas arriba del Esla, de origen Visigótico. Los abades de estos monasterios proceden a escaliar los bosques, captan fuentes y represan arroyos. La mención de molinos en el Esla y Tuejar a partir del siglo X es constante. En 996 un abad por nombre Juliano dona el pequeño monasterio de Santa Juliana (iuxta Penna Corabita) a Sahagún. En 1042 el presbítero Fruela, al parecer sobrino del abad Juliano, dona a Sahagún el monasterio de San Vicente (iuxta Penna Corabita), quedando así establecida la relación de Sahagún con Peñacorada. Los monjes en Peñacorada además de orar tuvieron que luchar a brazo partido con una naturaleza pujante, que en siglos anteriores de menor presión humana, por la relativa despoblación, se recuperaría formando bosques cerrados de robles, encina y hayedo. Sus ganados serían puestos a menudo en peligro por el ataque de lobos y osos. La presencia del plantigrado en los aledaños del monasterio está atestiguada en el Libro de la Montería de Alfonso XI, siglo XIV, cuando comenta: "Vega de Frades es buen monte de oso et de puerco en invierno e aun en verano, et es la vocería por el camino que va desde Sanct Guiyelmo fasta la peña, et es la armada a la collada." Desde los alcores de Sahagún en días claros se divisa perfectamente la silueta de Peñacorada, esta relativa cercanía otorgaba a estas montañas que fueran el destino de un seguro refugio para los monjes de Sahagún en los duros tiempos de las campañas musulmanas durante los siglos IX y X. La tradición en los pueblos que rodean Peñacorada, afirma de forma insistente que un monje huido de Sahagún hizo vida de eremita en la cueva de Cistierna. Este hombre santo de finales del siglo X, quedó relegado por el San Guillermo histórico del siglo XII eremita también y, abad del monasterio de Santa María de los Valles conocido después de su muerte como monasterio de San Guillermo. En 1171 en una donación a Santa María de los Valles, al monje Guillermo y a los que allí habitan se cita a Guillermo como: monacus de Sacramenna -(Sacramenia: murallas sagradas). Este Sacramenia, aparece sesenta años antes en documento de donación del la reina Urraca al obispo Pedro, año 1111, y se ubicaba entre Remolina, Argovejo y las colladas de La Trapa, Mental, Tejerina. Por lo tanto Guillermo, antes de venir a Peñacorada fue monje en Sacramenia, en el corazón de la Montaña Oriental Leonesa.  Algunos autores afirman que Santa María de los Valles se ubicaba donde ahora se levanta el santuario de la Virgen de la Velilla, sin embargo, a finales del XV y principios del XVI, la tradición, la documentación y los lugareños llamaban monasterio de San Guillermo al que aun entonces permanecía a unos tres kilómetros del pueblo, ya sin monjes, bajo el gran pico de Peñacorada y no muy lejos de la collada de Ajo. En este lugar se observa la captación de agua en el arroyo que desciende de la collada de Ajo y restos de hasta dos molinos, aguas abajo del monasterio, pero muy cercanos. Este Guillermo, nombrado en algunas donaciones de los reyes de León es nuestro San Guillermo, pero sin olvidar la tradición que nos llega de Sahagún, que supone aquí otro santo eremita durante el siglo X. La ubicación del monasterio sobre un detritus piramidal de restos de construcción, nos confirma en la idea de la reutilización de estructuras habitables más antiguas. En 1520 cuando la primitiva ermita de la Virgen de la Velilla ya existía en el lugar actual, se dice que el señor de Valdetuejar, don Fernando de Prado, mantenía su casero en San Guillermo , y lo diferencia claramente del Santuario de la Velilla (PLEITO DE MENTAL. Archivo Diocesano de León). El historiador de la orden Benedictina Prudencio de Sandoval, visitó la gruta de San Guillermo a finales del siglo XVI, la describe como a una legua larga del monasterio, distancia casi exacta y, era una cueva con su altar sobre el lugar de Cistierna y allí vio monedas y unas cajitas de madera, que debían ser de reliquias con unos pergaminos que no pudo leer y que se hallaron en esta cueva en el año de 1589. La imagen la describe diciendo que tiene hábito de monje y contaban de él los montañeses muchos milagros. Sandoval recoge también la tradición de un monje huido de Sahagún. Son pues 500 años de tradición documentada y que el pueblo de Cistierna conserva hasta hoy como una de sus principales señas de identidad, aunque suponemos por otros datos que a finales del siglo XVI los Cisterniegos ya hacía 300 años que subían a la ermita el 28 de Mayo. Después de casi 800 años de tradición mantenida por la villa montañesa, en los albores del siglo XXI, la parroquia de Cristo Rey heredera de la antigua de Santa María, con su párroco Don Avelino Gutierrez, el Mayordomo de San Guillermo Don Juan García, y todos sus colaboradores, dispuestos y afanosos en todo lo relacionado a la ermita del Santo Patrón, entregaron unas obras en mayo de 2008 que dignifican aún más la gruta y su entorno. Las obras de remodelación en el interior de la gruta tenían como objeto la colocación de un hermoso retablo hornacina, donado por la Compañía de Jesús con la intermediación del Padre Martino, paisano nuestro de Vierdes en Sajambre, incansable trabajador en la investigación del pasado romano de la Montaña Oriental. Al agrandar la oquedad que comunica con la cavidad interior, embutido en los muros de piedra, apareció un arco de ladrillo y antigüedad indeterminada, el mayordomo y sus colaboradores con buen criterio decidieron conservarlo previa restauración y limpieza. La reja antigua que separaba a los devotos del santo, debió ir en este arco de ladrillo pues los orificios en las jambas laterales así lo demuestran. Debajo de este arco y dejando visibilidad hacia la cámara interior de la gruta, se ubico el retablito.
 En la ladera Oeste de Peñacorada, a unos 500m sobre el pueblo en el Valle de la Mata se ubica la Gruta de S. Guillermo (Foto Siro Sanz)

 Ruinas de la iglesia en la abadía de S. Guillermo en el extremo Este de Peñacorada. (Foto Siro Sanz)

 Tras el retablo bajo el arco de ladrillo, se encuentra la cámara alta donde según la tradición hizo vida de ermitaño Guillermo. (Foto Siro Sanz)

 Autoridadad religiosa (Obispo de León) y civil (Alcaldes del Concejo y Ayuntamiento de Cistierna) presiden el día 28 de mayo la celebración en la ermita. (Foto Siro Sanz)

 Año tras año, siguiendo una tradición que dura más de 7 siglos, los cisterniegos trasladan la imagen del santo desde la parroquia (donde 9 días antes había sido depositada) hasta  la gruta que preside la villa de Cistierna. (Foto Siro Sanz)


La romería a punto de culminar el camino y entrar en la explanada de la ermita. (Foto Siro Sanz)

Los cisterniegos rinden homenaje al patrón de la villa, bailando ancestrales danzas frente a la imagen y la gruta, preside el acto el pendón del venerable concejo. (Foto Siro Sanz)


martes, 5 de marzo de 2013

ESCENAS VADINIENSES


ESCENAS VADINIENSES
HACE  DOS MIL CIEN AÑOS (ni más ni menos)  EN UN CASTRO DEL MACIZO DE  PEÑACORADA
Siro Sanz García

I
Amanece en el país de los cántabros.
Sobre el Ornia tributario del Río Grande, el poblado se alza sobre un crestón calizo cortado hacia el Sur por el foso natural del río. Al Este y Oeste, es defendido por dos escarpes en los que a trechos sobre el abismo crecen grandes encinas. Al Norte, entre dos raigones pétreos, la muralla precedida de profundo foso defiende el único acceso. La puerta, dispuesta en clavícula se cubre formando un túnel de ocho metros. La muralla de cuatro metros de altura y tres de ancho, remata en un paramento de barro donde se levanta un pequeño muro que protege el adarve. Cuarenta cabañas de planta ovalada cubiertas de paja y tapin buscan la defensa del muro, se disponen unas junto a otras sin orden. Dentro de  encerraderos  comunales: caballos y vacas rojizas de pelo largo se mezclan con  un gran rebaño de cabras que inquietas y ruidosas piden suelta hacia los montes que rodean el valle alto. La pálida aurora anuncia el nuevo día, a lo lejos, el aullido del  lobo rompe la paz del silencioso bosque. La primavera ablanda la nieve en las alturas del gran Cora, en sus cimas  el clan venera a los dioses tutelares. Al resplandeciente Cora, ofrecen cruentos sacrificios anuales para pedir a los dioses: la multiplicación de la vida en  mujeres y ganados; el éxito en las incursiones guerreras a la tierra llana. Desde sus altos fuertes, allá a lo lejos, tras la calima mañanera  se vislumbra apenas la tierra donde habitan los Vaccei.

II

Densas columnas de humo se elevan sobre las cubiertas de paja. Sólo se percibe el sonido que produce el vaivén de las muelas arrastradas sobre las soleras de los molinos de piedra. Las mujeres preparan la primera comida del día. Granulosa  harina de avena mezclada con leche, semillas tostadas y algo de carne seca de cabra, constituye la frugal comida del amanecer. Los hombres sentados en círculo beben de un recipiente de madera que pasan de mano en mano, respetan el orden impuesto por el mérito en la guerra y  la edad. El ambiente en el interior de las cabañas familiares es tranquilo, una madre calma el lloro del recién nacido. La escasa luz que penetra por la puerta y el humo de la hogueras desdibujan las figuras, todavía adormiladas. En las paredes apoyan lanzas con puntas de hierro, hoces, hachas de doble filo y hondas de cuero crudo atadas en palos de urz clavados entre los huecos de las piedras. Las pieles de cabra y vaca que han servido de abrigo durante la noche son amontonadas lejos del fuego. Sobre el llar pende una cadena de grandes eslabones, de ella cuelga un gancho y del gancho una  marmita de metal. Las ancianas tejen tela de basta lana, niñas de unos doce años hilan con ruecas de avellano en la que prenden lana oscura cardada, sus hábiles dedos hacen girar el huso dónde enrollan el hilo. La destreza de las tejedoras proporciona al clan tela suficiente para mantas, polainas, ceñidores y túnicas.

III

Estrenada la mañana se abre el portón de roble. Los pastores se colocan a ambos lados del pasadizo sobre el foso, el ganado pasa entre ellos. Cabras, vacas, novillas, en ruidosa y desordenada comitiva bajan lentamente por el talud hacia el fondo del valle. Entran en un bosque de robles próximo al río. La montaña devuelve el sonido de las broncíneas esquilas mezclado con los mugidos y el sonido de los cantarines arroyos que presurosos se despeñan buscando las aguas del Ornia. Los pastores aún adolescentes que no valen para la guerra, descienden detrás del pingue ganado. Visten breves túnicas y se cubren  con bastos sagos de lana parda sujetos con fíbulas de bronce sobre el hombro izquierdo. Calzan abarcas de piel de lobo y  protegen  sus piernas con polainas de lana. No hay mozos más hábiles que ellos en el uso de la honda que ahora ciñe sus largas cabelleras. Cada uno porta una vara de tejo de dos metros, aguzada en un extremo y endurecida al fuego. Osos y lobos cuando atacan al pacífico ganado, son acosados por certeros tiros de honda y los gritos de los pastores que sujetan las varas de tejo en actitud desafiante. Los jóvenes guardianes se dirigen a las frías aguas del Ornia que viene lleno por las recientes lluvias y el deshielo primaveral, después de beber  ellos y el ganado, buscaran el verde trébol y las saladas hierbas que engordan y crecen la leche.

Castillón de Santaolaja (Cistierna). Castro sobre el río Duerna. (Foto Siro Sanz)
"Cabras, vacas y novillas bajan lentamente por el talud hacia el fondo del valle..."

lunes, 4 de marzo de 2013

CRÓNICAS LIBRESCAS. SAJAMBRE ANTIGUO DE EUTIMIO MARTINO



El pasado verano, arropado por sus paisanos, bajo los tilos de la bolera de Vierdes, presentaba el Padre Martino su último libro: “Sajambre Antiguo”. 
No deja de asombrarnos la energía desplegada por el esforzado Jesuita, perteneciente a la tribu de los Salaenos, nacido en Vierdes, corazón de la noble tierra  sajambriega. 
De este autor puedo certificar que a sus 86 primaveras, aún realiza un exhaustivo trabajo de campo y  es capaz de subir hasta la cima más alta de Peñacorada, Peña Castiello de Burón, o al Jario de su tierra. Su último trabajo se ocupa de la protohistoria y entrada a la historia de  Sajambre: "un auténtico enigma histórico", para enlazar con lo bajomedieval alrededor del año 1000. Viene a ser un primer capítulo del libro publicado por el mismo autor hace treinta años: “La Montaña de Valdeburón”, donde aportaba una ingente documentación que certificaba la lucha de nuestra tierra por la independencia de los señores feudales y de la todopoderosa jurisdicción de Asturias que intento en diversas ocasiones absorber la Merindad de Valdeburón.
El libro es un concentrado de todas sus investigaciones y teorías sobre la historia más remota de Sajambre, muchas de ellas, certezas demostradas por el arduo trabajo de campo, además hace nuevas aportaciones sobre el origen del misterioso pueblo vadiniense o la ubicación de las  mansio romanas de: Equosera, Cougium y Belisarium. También se tratan temas apenas estudiados como: el asedio romano al Monte Vindio, la epopeya de Pelayo, batalla de Pontón, el concejo y cristianismo, la trashumancia y carretería.
La lucha por la libertad de los montañeses late en todos los libros de Martino, desde los indómitos cántabros a la cristiandad oprimida, refugiada aquí durante la invasión musulmana. En este libro como en otros sobre la historia remota de la montaña, el autor se ve arrastrado por la corriente lógica y básica aportada por las fuentes romanas o medievales. A continuación los hallazgos registrados en la investigación de campo confirman sobre lo correcto de la dirección tomada, esa es la metodología utilizada por el autor.
Martino conecta con el profundo latido de una tierra antigua, núcleo germinal de la nación española, defendida en un primer momento por la formidable muralla de la cordillera cantábrica.
Sajambre y Valdeburón supieron defender sus privilegios hasta el siglo XIX cuando la división provincial se impuso en España. Según Martino: "la raíz del pueblo montañés es reacia al señorío y tiene sus raíces en la protohistoria desde la resistencia feroz a las legiones romanas, que brota de nuevo en la resistencia de Pelayo, cuando se levanta apoyado por el concejo de vecinos". Ojalá en el aciago presente que nos toca vivir seamos fieles a nosotros mismos y dignos hijos de aquellos antepasados que defendieron la tierra montañesa y sus concejos. La democracia (gobierno del pueblo) violentada por políticos sectarios de todo pelaje, tiene mucho que aprender del milenario tronco del  concejo de vecinos leonés, del cual procedemos y, a cuyo estudio el P. Martino ha dedicado parte de su vida.

 Sajambre Antiguo de Eutimio Martino Redondo


Vista del Valle de Sajambre, bajo el Jario: Oseja. (Foto Martino)
El P. Eutimio durante la presentación de su libro el pasado verano de 2012 en Vierdes-Sajambre. (Foto Siro Sanz)

viernes, 1 de marzo de 2013

PUENTES ANTIGUOS DE LA MONTAÑA ORIENTAL LEONESA PEDROSA DE LA PONTE BREVE DISERTACIÓN SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE UN BIEN PATRIMONIAL EN LA MONTAÑA DE RIAÑO (Artículo publicado en la Revista Comarcal de Riaño)






Pedrosa del Rey, arrasado alevosamente junto a ocho pueblos del alto Esla, no es más que un recuerdo; pero aún se mantiene  enhiesto el hermoso y antiguo puente que calificaba al pueblo desde la antigüedad.
 De entonces acá, el puente aparece en años de seca, como único testigo y padrón de la ignominia cometida con la población a finales de los años ochenta en el pasado siglo.
 No era la primera vez que la heroica villa de Pedrosa pasaba por el trance del exterminio. En 2009, se cumplió el segundo centenario  de la quema de Pedrosa y Boca de Huérgano a manos de los franceses (4 de abril- 1809), que también fusilarían junto al puente al capellán de la parroquial de San Martín: Don Manuel Rodríguez. La quema se hizo concienzudamente, casa por casa, con prohibición expresa de sacar nada de ellas, en castigo a la protección dada a las tropas de Porlier (el Marquesito)  que tenía en Pedrosa su cuartel general.
El francés fue combatido y expulsado; la memoria de su ominosa opresión perduró en la tradición montañesa  y en muchas anotaciones que los curas dejaron en los libros parroquiales. Después del incendio, los paisanos regresaron, techaron de nuevo las paredes de piedra, esqueleto de lo que el pueblo había sido, y  regresó la vida a las calles de Pedrosa.
 La destrucción del 22 de Julio en el año 1987, se hizo con una saña impropia de los tiempos y del marco democrático en el cual España se desarrollaba. Pero hagamos un poco de historia antigua; la reflexión ecuánime de hechos recientes, sólo viene cuando los hechos se han decantado con el paso del tiempo; sobre el malhadado  pantano de Riaño no se ha dicho aún la última palabra.
 Casi todos los estudiosos que del tema han entendido coinciden al afirmar que en este paso de Pedrosa existió desde época romana un puente, por el cual cruzaba la calzada que venía por el Valle del Cea, y atravesaba el puerto del Pando para bajar a Tierra de la Reina, donde enlazaba con la calzada del Esla. Esa romanidad acaso también permanezca en muchas de sus piedras, reutilizadas desde entonces en las diversas restauraciones que se han llevado a cabo desde la Edad Media hasta el siglo XVIII. Así es, que aparecen enigmáticas marcas en algunos de sus sillares, a saber: cruces, letras y números romanos. En uno de los sillares se distingue perfectamente VI. 
La Legio VI fue una de las que participaron en la guerra Cántabro-Astur, donde obtuvo el apellido de VICTRIX é HISPANA, la misma que junto a la V ALAUDAE  y la X GEMINA levantarían campamento en León antes de la Legio VII .
 La VI,  X y IX  aparecen escritas en un  pilar del Puente del Diablo sobre el río Llobregat en Martorell, puente de la vía que en Tarragona tomaron las legiones de Augusto para venir a Cantabria. El Padre Martino, localiza  una inscripción de la V en Salio muy cerca de Pedrosa,  legión que a lo que parece, obtuvo el cognomen de INSECUENTIS (perseguidora), calificativo otorgado por alguna de sus actuaciones en las guerras cántabras. Ladrillos de la L- V- INSECUENTIS aparecieron en Lancia, León: La Babilonia y Navatejera. De la IX HISPANA existe testimonio en Verdiago. Otro argumento que apoya la antigüedad del puente es el lingüístico. Como una pepita de oro mezclada con los derrubios del río, así se ha conservado el hidrónimo prerromano TOLLO, elemento estricto de la construcción interna, aplicado a uno de los arquitos del puente por donde desaguaban las charcas de la Riana, éste último nombre, un híbrido hidronímico latino-prerromano, que tiene su equivalente en Riaño. Posiblemente los que vieron levantar el puente aún no sabían hablar latín y con esta palabra (tollo) denominaron y sellaron la antigüedad del emplazamiento. Más al sur, semejante a tollo existe TOLIA que ha dado Tuejar (Tolia-Ara) nombre de un  afluente del Cea.
La mención del puente en el Becerro de Presentaciones, creo yo, arroja algo de luz en cuanto a la fábrica y antigüedad de la obra que hemos recibido. El Becerro es un parroquial Leonés, copiado en la segunda mitad del siglo XV, debido al mal estado del original, que databa del siglo XIII; en el se hace la siguiente mención “Sant Martino de Pedrosa de la ponte, de Santa Engracia (monasterio de Riaño), tercia al Obispo; dos sueldos de procuración”. El documento fija como existente el puente de Pedrosa en el siglo XIII, y además afirma su importancia en la medida que el pueblo de Pedrosa era conocido por esta obra, paso obligado de la Cañada Real Leonesa desde la baja Edad Media. El arco apuntado que ostenta en la parte central pertenece a una de las restauraciones fechada entre los siglo XIII y XV, siglos en los cuales el gótico estaba en plena vigencia en España. Estas restauraciones se hicieron aprovechando materiales y testigos originales de la obra antigua, antes que el puente desapareciera por completo. Los pueblos de la Montaña Oriental con un sistema económico de pura subsistencia, no podían prescindir de la infraestructura heredada de Roma. El puente al día de hoy, consta de tres bóvedas: la central ojival, y las  laterales de cañón.
Los materiales que lo forman: el sillarejo y la mampostería, menos en las bóvedas, la imposta y pretiles que son de sillería. Aguas arriba, las pilastras presentan un tajamar de forma triangular y otro de forma semicircular. Aguas abajo, los tajamares son de planta rectangular y escalonada; ambos rematan en un sombrerete también piramidal. Ninguno de los tajamares llega a la altura de la imposta sobre la cual se apoyan los pretiles. La anchura es de unos 4 metros, semejante a la media de muchos de los antiguos caminos conservados desde Cistierna hasta los Picos de Europa.
 En 1845 el Diccionario de Madoz dice que en Pedrosa existe “ un puente de piedra calar de 4 ojos”. Don Antonio de Valbuena, en 1893, en su CONFERENCIA SOBRE EL ORIGEN DEL RÍO ESLA, enmienda la plana a Madoz y dice: “ que no es de piedra calar sino de piedra de grano; ni de cuatro arcos, sino de siete entre pequeños y grandes”. En la actualidad solo hemos podido constatar la existencia de tres  arcos grandes, y otros tres más pequeños. La piedra de grano, en cuanto a color y textura, es muy parecida a la utilizada en el santuario de la Virgen de la Velilla y en el ostentoso palacio de los Marqueses de Prado, hoy convertido en Hospital de Regla (León). Algunos notables edificios del alto Cea también muestran la misma clase de piedra.
 Antonio de Valbuena, en el marco de la misma conferencia, añade hablando del puente de Mercadillo (Cistierna): “el único de piedra que hasta hace pocos años había útil en 12 leguas de extensión, desde Pedrosa hasta Mansilla”. Don Antonio quizás se dejó llevar por la impresionante obra de uno y otro que los constituye como dos de los  más importantes en el ámbito montañés sin olvidarnos del puente de Villaescusa en Morgovejo, que merecería un capítulo aparte. En Cistierna, por esos años, estaba en servicio otro puente muy singular, y a lo que parece también de gran antigüedad, conocido por el nombre de “Puente Viejo de Cistierna”.
El puente de Pedrosa  y la iglesia de San Martín, actualmente en  Riaño, son las únicas señas de identidad de los pedrosanos. Este puente, que resistió durante siglos las embestidas del río, nos tememos que no conseguirá sobrevivir a las mareas del mar muerto que estacionalmente lo cubre, ni a los ladrones y desaprensivos que roban sus sillares ó los arrojan a las fangosas aguas como divertimiento veraniego. Ningún país que se precie destruye sus activos económicos. El puente de Pedrosa es un bien patrimonial de primer orden y, como tal, un activo económico susceptible de ser aprovechado y optimizado dentro de un espacio turístico. Ojalá Patrimonio, el Grupo de Acción Local ó los políticos  que entienden en esto y manejan los dineros, trasladen el puente y lo salven de una destrucción segura.
Es contra natura que las aguas pasen por encima de los puentes. Súbanlo un poco más arriba, junto a la ermita de Santo Tirso: el lugar se convertirá en un pequeño museo al aire libre y devolverá la obra a su prístina naturaleza. El innegable interés histórico y artístico del puente reclama una intervención urgentísima, no sea que en el futuro se acuerden de nosotros para maldecir la poca sensibilidad que tuvimos para conservarlo. No se olviden de la obligación moral que tienen con las generaciones que nos han de suceder. La responsabilidad en último término recae sobre aquellos en los que radica el conocimiento del tema y la potestad para tutelar los bienes patrimoniales.
 La Montaña de Riaño ya perdió bastante patrimonio bajo las negras aguas del pantano, salvemos éste resto majestuoso del bien hacer de nuestros antepasados.

 BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

Diccionario Geográfico-Estadístico de Pascual Madoz, 1845-1850.
Catálogo de Puentes anterior a 1936 de León. José A Fernández Ordóñez et alii.

La Huella de las Legiones. Cuaderno 5. Eutimio Martino Redondo-Siro Sanz

Nuestro reconocimiento a D. Aurelio Rodríguez Puerta de Pedrosa del Rey que colaboró en la ubicación de alguno de los hidrónimos presentados.

 Tajamar rectangular con copete escalonado, (aguas abajo). (Foto Siro Sanz)
 Imposta sobre la que apoya el pretil y tajamar con copete cónico, (aguas arriba). (Foto Siro Sanz)
 Arco apuntado, (aguas abajo). (Foto Siro Sanz)
 Tajamar aquillado y escalonado del puente de Pedrosa  (Aguas arriba). (Foto Siro Sanz)
Inscripción en números romanos -VI-. (Foto Siro Sanz)