D. Ángel es cura y de propina lo parece, pastorea la mermada grey de las Arrimadas antiguo señorío del Obispo de
León. Nos viene recordando en sus
conferencias mensuales lo
inconveniente de haber orillado en la liturgia romana desde el Concilio
Vaticano II hasta nuestros días, el
importante papel de la música sagrada y del latín. El latín, se abandonó en aras de
una mejor comprensión de la misa y sus ritos. Una intención poco razonada pues los misales utilizados por nuestras madres y abuelas estaban pensados para favorecer, seguir y comprender la Santa Misa. En aquellos misales se trasladaba del latín a la lengua vernácula en columnas opuestas: las oraciones;
cuanto leía y decía el celebrante; conservando en la traducción la misma unción
espiritual que trasmitían las oraciones latinas. En cuanto a la música, además de ser un elemento
constitutivo de la naturaleza humana y vehículo
de trasmisión espiritual, formó parte fundamental de la liturgia desde la
Iglesia primitiva que bebía de las fuentes y tradiciones judías en el
canto de los Salmos, a los cuales se añadió la riqueza de los himnos cristianos.
Según D. Ángel, debemos hacernos una
serie de preguntas: ¿El Canto Gregoriano es una pieza de la arqueología?
¿El Canto Gregoriano es una pieza de museo solo para practicar en actos
culturales no cristianos? La respuesta es clara, el Canto Gregoriano es algo vivo en la liturgia romana y esa forma de
cantar es la más digna para reproducir: el Kirye; Gloria; el Credo; el Cordero de Dios; Antífonas de Entrada y de Comunión. El latín ha sido y es la lengua universal de la Iglesia Católica Romana. Vehículo de comunión
con los católicos de todo el mundo. El latín
es un tesoro de la humanidad y la lengua de la primera evangelización de Europa.
El rechazo del latín en el ámbito
sagrado en España tiene tintes de ser
ideológico y por conveniencia se le
rechaza con una omnipotencia de nuevo cuño, la omnipotencia de la ignorancia.
Sin embargo la Iglesia Católica con buen sentido no deja al albur de las
lenguas vernáculas sus textos jurídicos. La razón de continuar escribiendo
textos jurídicos y litúrgicos en latín, no es otra que evitar el equívoco en
esos mismos textos. A primera vista el
latín es una lengua “muerta” pero se sigue usando porque el significado de las
palabras está fijado desde hace dos mil
años, un significado que no está sujeto a variaciones y a equívocos, una lengua muy precisa; algo muy apropiado
para reproducir textos revelados, jurídicos y litúrgicos. En la liturgia se nota ya una tímida vuelta
al empleo del latín, incluso en la música. “La mayor parte de las canciones que se reproducen en nuestras iglesias
en lengua vernácula son de un tufo protestante insoportable, calidad deleznable, simplonas y sentimentaloides,
sin ningún contenido ritual o litúrgico”. “La gente va a cantar en la Misa, no a cantar la Misa” (D. Ángel dixit).
La música en la iglesia no solo
sirve para despertar a los fieles y divertirles, su finalidad debe ser la de alabar a Dios, crear en ellos un ambiente
que permita a la Gracia hacerse presente. La música y el latín pueden
coadyuvar fuertemente a potenciar la profunda simbología de la
liturgia romana que interviene en el Santo Sacrificio de la Misa. El canto en
latín durante la Santa Misa requiere el esfuerzo del pueblo cristiano, a no ser
que queramos permanecer y perseverar en esas otras opciones y repertorios harto deleznables, aptos solo para
cenáculos de teatinas. Al franquear la puerta de la iglesia
debemos ser conscientes de que realizamos
un acto trascendental y misterioso, el paso
de lo profano a lo sagrado y que en
ese espacio no vale todo; en dos ocasiones el que esto escribe fue testigo y escucho cantar en alguna iglesia de cuyo nombre no quiere acordarse: la Parrala y Espiri González. Por lo tanto, regresemos y echemos mano del rico acervo espiritual y cultural que la Iglesia Romana ha atesorado durante
dos milenios; servirá para hacernos mejores y celebrar con dignidad los misterios
sagrados. Si el templo o la iglesia de nuestros pueblos y aldeas son el símbolo
de la Jerusalén celeste, hagamos al
menos el esfuerzo de cantar como el cura D. Ángel o como los Ángeles, pues la música en latín tiene un carácter casi
sacramental. Más o menos lo que el joven sacerdote nos ha querido decir en sus conferencias, es lo siguiente: debemos profundizar en
los misterios preservados en la antigua Liturgia Romana; que
la sensibilidad, la cualidad de
sentir de los seres humanos, no debe
confundirse con la sensiblería que solo se queda en la superficie de las cosas
sin profundizar en ellas. Sensiblería
que hoy aparece por doquier en las letras y en la forma de ejecutar los cantos
en las iglesias. Tener sensibilidad
hoy día es ser capaces de loar a Dios y sus misterios con lo mejor de la
tradición musical en latín, presente en la Liturgia Romana a lo largo de dos milenios.
S.S.G
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