Muralla Norte de Campo Ciudad. Al fondo Peña Corada
Muralla Este del Castro. Al fondo la Vega del Esla.
Campo Ciudad. El Nombre.
En
el mapa topográfico del Instituto Geográfico Nacional, en la
hoja de Cistierna, como a media altura de la cara sur de Peña
Corada y casi verticalmente sobre Quintana de la Peña, figura
el topónimo “Campo Ciudad”, un
nombre bien extraño en plena pared rocosa y desnuda, sin apariencia alguna de
campo y menos aún de ciudad. Al menos, tal y como lo percibimos de
lejos, desde la base de la peña y de su
entorno.
Sin
embargo no se puede rechazar un topónimo
por extraño que sea, sino que tanto más
vivo ha de ser el reto de interpretarlo,
aunque aquí la interpretación se nos antoja más ardua que la subida hasta allá para ver qué puede tener de
campo y qué de ciudad un lugar tan antagónico a lo que suena.
En el lenguaje común “Campo” y “ciudad”
son términos heredados del latín con el mismo significado que en latín poseen, un significado no viable aquí, por lo que
habremos de remontarnos más allá del latín, a la esfera de una lengua
prerromana practicada en estas latitudes antes de la conquista romana, que aquí
se desarrolló en torno a los años 20
antes de Cristo, como dos siglos después de haber comenzado por Levante. Una
lengua que resulte aquí verosímil, p. ej., céltica.
En
celta existe un adjetivo cambo, “curvo”,
de donde viene camba de arado,
camba de la rueda. El término pudo aplicarse a la corriente de agua en cuanto
sinuosa. Tenemos cerca el río Camba,
afluente del Cea. No es difícil que cambo y campo se confundan porque
normalmente la p- pasa a b- en la evolución castellana, no sin que la b- pueda
revertir a p-. Vemos que Campo funciona también como nombre de corriente de
agua o de lugar denominado por ella.
Aplicando al caso, Campo
Ciudad está flanqueado por dos arroyos y recién nacidos: uno al este, de nombre
Hoyo, que se une al río de La
Llama, para continuar al Cea, y otro al
oeste, el del Molino, que afluye al de La Bita, para terminar en el Esla.
La
situación física, marcada por el origen de dos arroyos, era muy peculiar para
los antiguos, no solo por su dependencia del agua in situ sino por su
mentalidad con respecto a la misma y a su origen, hasta el punto de rendirle
culto, como era el caso entre los celtas. Del mismo podemos observar vestigios
en la cascada llamada El Gorgolón, en Tejerina,
y en la fuente intermitente de Velilla del río Carrión. También está el
nombre Deva (“diosa”) nombre de río cercano,
en la inmediata Liébana.
Ya
el segundo elemento del nombre, el
extraño Ciudad, sobre todo extraño al uso actual del término, todavía puede
alcanzar alguna posibilidad en caso de ser nombre latino. Pues pudo recibir ese nombre tras la conquista
como nombre de “población”, por haber sido un castro importante, como delata el masivo derrumbe de su muralla.
Al menos desde el siglo XVI- 1540, comprobamos el topónimo en su forma actual.
Es
posible que el hablante latino de la región, sabedor del pasado antiguo del
lugar, se hubiera sentido llamado a
precisar el prerromano “campo”, adjuntando un “ciudad” como portador del concepto de “población”, como si no se
resignase a pasar de largo ante un
Campo, que no era simplemente campo.
Todavía
cabe otra posibilidad acaso más plausible.
El arroyo de la parte oriental,
más abajo río la Llama, hubo de
llamarse Ceión y dar ese nombre a un
territorio, como testimonia la documentación de Sahagún y lo confirma La Acción, el determinante de Santa Olaja.
Aparte
de Ceión existen otros derivados de Cea, incluso no lejanos, como Cidayo en el compuesto Villa-cidayo, por más que en el Esla.
No demasiado lejos, en el Alto Ebro, existe Cidad, repetido en Burgos.
Es
evidentemente muy posible que de un
supuesto Cidad se pasase por etimología popular, por atracción, a Ciudad.
Tendríamos entonces Campo y Cidad, que serían dos topónimos de base
hidronímica, referidos al mismo lugar. Se explica el que un tipo de pobladores, al no comprender lo
que expresa el nombre precedente, se valgan del suyo propio, que significa lo
mismo, sin desechar tampoco el nombre anterior.
En
especial, sucedió semejante reduplicación entre los hombres primitivos,
tratándose del agua, por la preeminencia de ella, no solo en su vida, sino en su visión del mundo.
SITUACIÓN Y DESCRIPCIÓN DEL RECINTO
CASTREÑO
Siguiendo
la estela del nombre “Campo Ciudad”,
este castro, del cual no existía ninguna constancia de otros estudios ni campañas de
prospección o excavación, fue descubierto por nosotros y prospectado visualmente el 23 de marzo de 2012. Se ubica en la cara sur
del Macizo de Peñacorada. Al Norte de Campo Ciudad, se yergue el Pico Corbero,
1679 m, al Este Peñacorada, 1831 m, y al Oeste el pico Valdelagua, 1551 m. En
el circo formado por estas tres eminencias calizas se dispone el recinto
castreño en las últimas terrazas que forman las
curvas de nivel de un monte de 1481 m de altura, situado entre el Arroyo
del Hoyo, (en 1182 Fluvium de Barro, en 1542 Hoyo del Barrio) y el Arroyo de la Bita.
Es difícil definir la extensión exacta del recinto castreño al que
calculamos una superficie aproximada de
1 ha. El castro tiene forma irregular, y se adapta a lo abrupto del terreno con
dirección Norte-Sur, reconocemos sin embargo una forma oval en la parte
superior al Norte y, en la parte inferior del recinto hacia el Sur, adopta la
forma de quilla de barco siguiendo las curvas de nivel. Por el Este, aprovecha
como defensa los fuertes escarpes calizos, reforzados por muralla aún
reconocible en algunos tramos. Al Oeste del recinto inferior, la parte más
accesible, existe un tramo de muralla recto de unos 100 m de largo por 2,50 m
de ancho. En la parte superior aparece otro tramo de muralla de unos 50 m en
forma de arco con una anchura aproximada de 2,30 a 2,50 m. Las murallas
presentan un paramento exterior y otro interior, construidos con piedras de
mediano tamaño y forma irregular, aunque algo careadas hacia el exterior. El
espacio entre ambos paramentos va relleno de piedra menuda, no se distinguen
restos de ningún tipo de argamasa. Todos los tramos de muralla reconocidos,
están desmochados hasta su raíz, en la ladera oeste el derrumbe forma un amplio
canchal. En la parte superior del recinto, a unos 60 m, fuera de la muralla, se
observan algunas estructuras
tumuliformes de piedra, existiendo entre ambas unos 8 m de separación.
Reconocemos un posible acceso al recinto por el Oeste, donde el castro remata
en una especie de acrópolis. La puerta tiene unos 3 m de anchura, la unión en
este punto de la muralla del recinto inferior con la muralla del recinto
superior traza una especie de clavícula, un elemento típico de la entrada de un
castro, que contribuía previsiblemente a
la defensa de la puerta. En un documento
de 1182, Fernando II, concede a la iglesia de Santiago de Compostela, la de
Santo Tomás con todo el realengo de Quintana de la Peña, en ese documento se
citan numerosos términos de Peñacorada, entre ellos Civitatem. Otro documento, éste de 1542, en el pleito entre el concejo de Valle de
las Casas y Almanza, cita a Campo Ciudad en la forma actual, y
lo determina como un lugar donde se encuentra el arca ó mojón de tres
jurisdicciones: La de Lomas perteneciente a los Prado, la del Valle
perteneciente a la Marquesa de Alcañices y, la de Quintana de la Peña de
Realengo. Si establecemos una jerarquía entre los castros del entorno de
Peñacorada, éste de Campo Ciudad es uno de los más importantes, equiparable al de la Cildad de Vegamediana.
Su dominio estratégico sobre las vegas del Cea y Esla es de reseñar. No
perdamos tampoco de vista, los caminos que circunvalan el Macizo de Peñacorada,
la Cueva de Lomas, el Castro de Robledo y las lápidas encontradas en la Iglesia
de San Pelayo de ese pueblo. Quizás estemos más cerca del castro del cual
proceden los Deobrigi (los de Deobriga, la ciudad de Dios) dedicantes de la lápida de Dovidero hijo de
Ampáramo. La destrucción de las murallas
hasta su raigón, opinamos que sólo se puede explicar en un contexto de guerra
con Roma, bien por los cántabros obligados
mediante capitulación, o bien por la acción directa del romano. Para finalizar decimos que nuestras hipótesis siempre están abiertas a las aportaciones de otros estudiosos del tema o aquellas que la arqueología, "rara avis" en nuestra provincia, pueda hacer, mucho nos tememos que este acercamiento al castro como a otros, el de la Ercina por ejemplo ya publicados, serán asumidos por otros que ni siquiera tienen la delicadeza de citarte, pero ya se sabe, los celtíberos citan mal y sólo a los amigos...
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