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lunes, 21 de enero de 2013

MORGOVEJO-MARRAQUECH. JUAN DE PRADO, UN MISTERIO DESVELADO (Artículo publicado en la Revista Comarcal de Riaño) Siro Sanz García


 
La biografía  de Juan de Prado aunque ya ha sido tratada de forma excelente por autores locales como Sánchez Pagín, y Juan Manuel de Prado, creo yo, puede aquilatarse sobre todo en lo relacionado al lugar y circunstancias donde padeció martirio. Del inicio de su vida en Morgovejo y Vegacerneja (Montaña Oriental Leonesa), de sus relaciones familiares con la villa de Pedrosa y con el Valle del Tuejar sabemos muchas cosas, pero apenas nada  del lugar donde murió y sufrió cautiverio. Juan de Prado, es por otra parte, un caso insólito en la historia de la Iglesia Católica de Marruecos.
Es un hecho poco conocido la tolerancia y respeto hacia las minorías religiosas en el reino de Marruecos, donde convivieron y conviven de forma pacífica los fieles de las tres religiones reveladas nacidas del tronco de Abraham. La historia de este país no registra ninguna de esas grandes persecuciones que sufrieron las minorías religiosas en otros lugares del mundo. Pongamos por ejemplo: las persecuciones entre católicos y protestantes durante el siglo XVI y XVII en el norte de Europa, o el acoso y fin del Islam Hispano desde el S XV al S.XVII, y antes de los judíos Sefardíes. Recientemente recordamos el exterminio del Islam Europeo en la guerra Balcánica de 1992.
La historia de Marruecos, sí registra a veces hechos puntuales contra cristianos, como son la muerte de los cinco protomártires Franciscanos en el S. XIII ó el martirio de nuestro paisano de Morgovejo en 1631, pero éstos son acontecimientos que pueden ser explicados a la luz del contexto histórico.
Monseñor Aldegunde Obispo de Tánger escribía en 1968 “El pueblo marroquí sitúa por encima de todos los valores el factor religioso, y ello dentro de unas características que le son propias: reconocer a las comunidades no musulmanas (judía y cristiana) la facultad de atenerse respecto a la vida religiosa, a sus propios estatutos: y es porque el pueblo marroquí quiere y trata de respetar la conciencia de todos aquellos que no profesan su propio credo”
El testimonio de Monseñor Aldegunde viene reafirmado por la propia historia del país. Sabemos de la existencia durante la dinastía Almorávide, Almohade y Meriní, de milicias cristianas hispanas, con sus sacerdotes e Iglesias. La presencia de los Franciscanos y de sus casas en Tánger, Meknes y Marrakech es constante desde el S. XIII hasta nuestros días. La acogida a los Judíos expulsados de España en el S. XV vino a reforzar la Judería de Marruecos presente desde época romana, que se enriqueció con el aporte de sangre Sefardí. Los cautivos cristianos, sobre todo españoles, muy numerosos a partir del S. XVI gozaban, a pesar de su condición, de un estatuto especial que les permitía tener sus Iglesias y sacerdotes. Durante el reinado de Ahmed Almansour, (1578-1603), uno de los más importantes sultanes de la dinastía Saadí, los Franciscanos en Marrakech, celebraban la misa, podían predicar y celebrar los oficios de Semana Santa. Los moros, incluso aportaban ricas telas y alhajas para adornar la cruz. No era extraño en Marrakech, que el Cherife (noble, descendiente del profeta Muhamad) y sus Caides,  contemplasen el paso de la cofradía de la Vera Cruz  con más de 500 penitentes. Además de esta cofradía existían en Marrakech otras cuatro: la de la Misericordia de Cristo, la de Nuestra Señora, del Santísimo Sacramento y la de San Sebastián, que poseían escuelas donde se enseñaba a la doctrina cristiana. Todo esto ocurría en Marrakech, en la época en que la Inquisición española acosaba y perseguía cruelmente a los judíos y moros conversos, conocidos como cristianos nuevos. El 4 de junio de 1672, derrotada hasta el exterminio la dinastía Saadi, entra en Marrakech, el primero de los Alauitas, Moulay Ismail (1673-1727), e inicia la dinastía que actualmente reina en el país. En 1672 sólo quedaban en Marrakech dos Franciscanos españoles, el Padre Alonso de la Concepción y el Padre Luis de San Agustín. Estos dos religiosos solicitan al Sultán Moulay Ismail, la renovación de los permisos para residir y fundar en Marruecos. El nuevo Sultán no sólo les concede el permiso, también les recomienda que funden en Mecknes y en Fés, donde ellos podían asistir a los cautivos cristianos, en su mayoría españoles. El 2 de julio de 1672 los dos frailes llegan a Meknes y compran una casa en el Mellah (barrio judío). Los dos frailes serán reforzados más tarde por los Padres Diego de la Madre de Dios, Fernando de San José y el hermano Gaspar de San Agustín. Entre todos asistirán a una población cautiva de 700 españoles residentes en Meknes. La toma de Larache, en manos españolas desde 1610 y de nuevo en poder del Islam el 11 de noviembre de 1689,  elevará el número de cautivos españoles entre hombres mujeres y niños a unos 3000 repartidos entre Meknes y Fés.
Ante este panorama de tolerancia mantenido durante tantos siglos, alguno se preguntará entonces qué ocurrió con Juan de Prado. La respuesta es difícil pero no imposible. Los acontecimientos en los que se enmarca la gloriosa muerte del Beato, deben incluirse en el marco de la transición dinástica de los Saadis a los Alauitas (dinastía actual reinante), un cambio que se venía gestando desde 1603 y culmina en 1672, año de la toma de Marrakech por Moulay Ismail. Entre 1620 y 1631, año del martirio, se da el mayor grado de descomposición interna de la dinastía Saadi con acontecimientos que influirán en la mala acogida a Juan de Prado en la corte de Marrakech.
A la muerte del Gran Sultán Saadi Ahmed Almansour en 1603, Marruecos entra en un periodo oscuro de anarquía que dura casi medio siglo. Cuatro hijos del difunto se disputan el trono y arruinan el país con sus luchas y exacciones. La venta a España del puerto de Larache en 1610 desacredita aún más a los últimos príncipes Saadies. Los Oualis (Santos o Marabutos, directores espirituales del pueblo) denuncian la inmoralidad del los príncipes de esta declinante dinastía, e incitan a las tribus a la Jihad (guerra santa) para desalojar a los Españoles de los puertos Marroquíes de la Mamora, Larache, Arzila, Tánger, Ceuta y Melilla. Este hijo de San Francisco intenta fundar en Marrakech en el momento más álgido de las luchas que descomponían a la familia Saadi. Las autoridades de la plaza portuguesa de Mazagan  (actualmente El Yadida) no consiguieron disuadirle acerca de la inseguridad del país al que intentaba predicar. Obtiene un salvoconducto del Sultán Abu Marwan Abd al Malik II (1624-1631; con este salvoconducto se dirige a Marraquech, cuando el Sultán es asesinado por su hermano y sucesor Alwalid Ibn Zidan (1631-1636). El 5 de marzo de 1631, el de Morgovejo se acerca a Marrakech. Los cautivos españoles salen a recibirle junto a un río a 2  leguas de la Medina, allí aún se yergue un hermoso puente de la época de los almorávides, único paso entonces sobre el río Tensif. Desde el puente le conducen hasta la medina. Entran por la puerta de Bab-Dukala y se dirigen al Mellah donde se encontraba la Sagena, (Al-Sayine- cárcel),  un espacio destinado a la guarda de los cautivos que por otra parte tenían bastante libertad de movimientos. El salvoconducto no es aceptado por las nuevas autoridades y el Padre Juan de Prado es cautelarmente apresado y conducido a las mazmorras de  la Sagena, que entonces estaba integrada en el gran recinto amurallado del palacio Kasar el Badi, residencia de los Sultanes Saadis, construido a la entrada del barrio judío. En Kasar el Badi actualmente se identifica perfectamente el lugar donde se encontraban las mazmorras donde penaban los cautivos cristianos y el gran patio donde murió el Franciscano. 
La crónica de su muerte habla de un enfrentamiento verbal  entre Juan de Prado, y el Sultán  en el cual intentaría mostrar la primacía del cristianismo y de Jesús sobre el profeta Muhamad y el Islam. Si estas afirmaciones se hicieron en público como así parece, la suerte de éste valiente y un tanto excesivo montañés estaba echada. El proselitismo se castigaba primeramente con un correctivo físico, palos o azotes;  si el reo se mostraba pertinaz, con la muerte. El salvoconducto sólo se entregaba bajo cinco condiciones: ser de la orden franciscana española, que su presencia en Marruecos estuviera autorizada por los Reyes de España, que no practicaran el proselitismo, que se dedicasen a la asistencia de los cautivos cristianos, que su actividad religiosa se limitase al recinto señalado por la autoridad marroquí. Esta circunstancia y otra como la enemiga de algunos miembros de la comunidad judía y de renegados españoles influyeron en el ánimo del sultán, que condenó a muerte a Juan de Prado el día 24 de Mayo de 1631. La animosidad de los judíos contra los Franciscanos no sólo se produjo en Marrakech, lo mismo ocurriría años más tarde en Meknes cuando el sultán les otorgó permiso para fundar en las cercanías del Melah (barrio judío). Juan de Prado dio el testimonio de su fe en público, delante de la corte Marraksi lo que contravenía una de las cinco condiciones, la que acarreaba peores consecuencias, en un momentos de anarquía que afectaba a todo el reino y en especial a la dinastía en el poder, insegura y necesitada del apoyo de las tribus y de sus dirigentes religiosos. Las relaciones con la orden franciscana y con la iglesia católica serían retomadas por los Alauitas con el máximo respeto hasta la actualidad.
Hoy día trabajan en Marruecos 187 sacerdotes y 840 religiosos y religiosas. La labor de la Iglesia está dirigida sobre todo a la asistencia benéfica y la educación. Las familias musulmanas de Fés, Meknes, Rabat, Casablanca, Marrakech han visto siempre con respeto y agrado la labor social de la Iglesia y en la enseñanza de los colegios religiosos católicos un tipo de educación en valores que es despreciada en Europa. La sangre de Juan de Prado vivifica aún a la comunidad de esta antigua ciudad. La presencia franciscana en Marrakech sigue viva y pujante con una hermosa parroquia que acoge a los católicos residentes y visitantes. La historia de la Iglesia en Marruecos nos obliga a concluir lo siguiente: esta Iglesia fue obra exclusiva de los Franciscanos españoles, el dinero, los aportes materiales y de personal vinieron siempre de España y de los Grandes Españoles que apoyaban estas misiones, con el fin de atender espiritualmente a los cautivos. Su continuidad no hubiera sido posible sin la tolerancia y apoyo, sobre todo, de los sultanes Alauitas y en especial del sultán Moulay Ismail, que aunque detestaba a los españoles por ocupar Ceuta y Melilla, Larache, a las que atacó en numerosas ocasiones, favorecía a los franciscanos y como piadoso musulmán permitía a los cautivos cristianos, en su mayoría de nación Española, practicar libremente su religión. La muerte de Juan de Prado, fue un asesinato que sólo puede recaer sobre la casa de Saad.
A la vista de la tolerancia con la que fueron tratados los misioneros cristianos desde finales del XVII hasta hoy día, llama la atención la violencia agresiva de  suizos y franceses, e incluso españoles que llenan sus bancos con los petrodólares de los emiratos del golfo pero  prohíben a los pobres emigrantes magrebíes construir una modesta mezquita. Que tomen ejemplo del respeto con el cual siempre fue tratada la orden de San Francisco en Marruecos. 

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA PARA ESTE ARTÍCULO:

YOUNES NÉKROUF., Une Amitié Orageuse. Paris 1991
ABDELHAK TORRES., Historia de las relaciones entre el Islam y el Cristianismo. Conferencia organizada por “Adawa al Islamiya de Xawen en colaboración con el Consejo de Ulemas de la provincia de Tetuán, agosto 2003.
JOSÉ MARÍA CANAL SÁNCHEZ PAGÍN., El Santo Mártir Fray Juan de Prado. Studium Legionense, número 22.
 Área central de Kasar el Badi, al fondo la entrada a la Sagena (cárcel). En este gran patio con estanques administraban justicia los sultanes Saadies y recibían las legaciones extranjeras. (Foto Siro Sanz)
 Recinto amurallado de Kasar el Badi, fuera de la muralla se extiende el Melah o barrio judío de Marrakech.  Aquí tenían su iglesia y residencia los esclavos españoles. (Foto Siro Sanz)
Mezquita mayor de la Kutubia (de los libreros). Testigo del martirio de Juan de Prado en 1631. (Foto Siro Sanz)
 Cámaras de la sagena, lugar donde previsiblemente pasó su cautiverio Juan de Prado. (Foto Siro Sanz)



 Puente sobre el río Tensif. Construido en el tiempo de aquel rayo de la guerra que fue Yusuf ben Tasufin en la época de los almorávides. Este es el lugar en el cual en 1631, los esclavos españoles de Marrakech salieron a recibir a Juan de Prado. (Foto Siro Sanz)



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